Todo sobre los celos
Que son los celos: Los celos son una
respuesta emocional compleja y perturbadora, que surge cuando una persona
percibe una amenaza hacia algo que considera como propio. Comúnmente se
denomina así a la sospecha o inquietud ante la posibilidad de que la persona
amada nos reste atención en favor de otra. También se conoce así, al
sentimiento de envidia hacia el éxito o posesión de otra persona.
Patología : La psicología actual
explica que los celos son la respuesta natural ante la amenaza de perder una
relación interpersonal importante para la persona celosa. Los celos parecen
estar presentes en todas las personas, indistintamente de su condición
socio-económica o forma de crianza y manifestarse en personalidades que
aparentemente parecían seguras de sí mismas. Una característica que parece
destacarse en las personas celosas es tener rasgos de egoísmo. Los celos
también tienen relación con la vergüenza que es una respuesta natural del
organismo. Muchas de ellas, una vez que los padecen, se sorprenden de si mismas
ya que ni siquiera sospechaban que los padecieran. Los celos pueden ser sanos
cuando lo que se demanda es algo que se debe hacer sobre una base de equidad en
la pareja; sin embargo acudir a este tipo de conducta refleja carencias
personales muy profundas.
El celo carnal se expresa cuando
se hacen demandas inapropiadas y cuando ejercen sentimientos enfermizos porque
las demandas no son satisfechas. Este sentimiento refleja una cierta
inseguridad emocional por perder dominio o sentir menoscabo en una relación
interpersonal. Los celos se manifiestan ante la aparición de una situación o
persona que el yo-interno clasifica como mucho más dominante y competitiva. Los
celos provocan que el sujeto que los padece, se sienta vulnerado y ejerza un
sobredominio de la persona objeto del celo, atrapándola en una red de
cirscuntancias opresivas tales como privarla de la libertad, aislarla, seguirla
al trabajo, revisar sus relaciones externas, buscar una evidencia de traición
etc.
Además de las circunstancias causadas
por el libre albedrío que todo el mundo tiene, es la cuestión principal de los
celos de origen psicológico. Los estudios de Egene W. Mathes, de la Western
Illinois University, quien realizó experimentos de campo para comprobar las
hipótesis de Greg White respecto a los celos, la persona "celosa" (A)
siente celos en su relación con la persona "celada" (B) al aparecer
el "intruso" (C) - que puede ser otra persona o circunstancia -
debido a dos razones fundamentales:
la pérdida de la relación
representaría la pérdida de las recompensas y beneficios que dicha relación
reportaba: la persona celosa ya no podrá compartir momentos de buena calidad o
gratos con la persona celada: ya no conversarán, jugarán, o dormirán juntas,
por ejemplo.
la pérdida merma la seguridad en
sí mismo o autoestima: para la persona celosa (A), la persona celada (B) habría
de elegir entre ella (A) y el "intruso" (C) y habría optado por el
último (C), lo que sugeriría que (C) es más importante o mejor que (A).
Este "intruso" (C)
puede ser otra persona (por ejemplo el nacimiento de un nuevo hermano en el
contexto familiar), o alguna situación externa (por ejemplo cuando la esposa
ingresa a trabajar por primera vez y dedica menos tiempo al hogar, o surge una
buena amistad a (B).
Esta situación entre (A) y (B)
puede ser creada también por el entorno de trabajo, amistades o familia, aunque
no tengan un interés directo en la relación entre ambos (envidia).
Frecuentemente cuando hablamos de
personas celosas nos encontramos un perfil definido por la pasión, la ansiedad,
el neuroticismo e incluso algo de sadomasoquismo. Estas personas tienen un
profundo sentimiento de abandono, que la otra persona se ha reído de ellos y
sus sentimientos, que los han utilizado …todo
esto les puede llevar del amor al odio en cuestión de segundos y el objeto de
su amor pasa a ser el objeto de su actual odio. Cuando se llega a esta
situación es cuando se pueden producir las agresiones físicas y psicológicas.
Celos patológicos: Los celos mal
llevados al extremo constituyen una patología fuertemente autodestructiva; el
sujeto que padece esta enfermedad "vive" en un estado de infelicidad,
en función de sus miedos y sospechas de engaño, muchas veces completamente
infundados y prácticamente no acepta otra condición de verdad que no sean las
evidencias que confirman su inseguridad en la relación. Los celos patológicos
pueden manifestarse indistintamente en hombres o mujeres.
Los celos causan mucha angustia e
infelicidad y aún provocar el daño al ser objeto del celo, incluso hasta
provocar una respuesta física de agresión desmedida terminando, en la reclusión
(secuestro), en el asesinato o agresión física. Este nivel de celo es muy
difícil de curar y las personas que lo padecen tienen grandes posibilidades de
llegar a situaciones extremas si no se someten a un especialista. Existen
países como España que han tomado medidas en el asunto debido a la gran
cantidad de casos de violencia doméstica causada por los celos. La cura está
basada en la recuperación de la confianza en la relación de pareja y de la
seguridad de si mismo reconociendo el espacio vital que toda pareja debe tener
y que no debe ser invadido por el otro. La prevención está relacionada con el
aprendizaje durante la infancia de los valores de la tolerancia, el respeto y
el reconocimiento de los derechos del otro. Además también pueden prevenirlos
una buena comunicación en la pareja. Una vez desarrollados los celos, la
terapia psicológica puede ser muy útil si es que no hay una patología
subyacente, como el alcoholismo. Si hay una patología subyacente, la terapia
psicológica debe abordarla. En los casos de delirio, el enfoque es
farmacológico.
Tipos de celos : Celos de
confraternidad: son los llamados celos de un hijo que va a tener un hermanito,
al cual enfocan toda su atención sus padres, lo cual causa mucha incomodidad en
el infante que ha estado acostumbrado a recibir el cariño sólo a él y será
cuestión de tiempo para que acepte que su hermano y él obtendrán el mismo
cariño; pero en ocasiones esos celos perduran hasta la adolescencia e incluso
hasta la edad adulta y aquí se presenta un tipo de celos más cercano al odio,
que puede conducir a malas actos en contra de los hermanos menores.
Celos
juveniles: son presentes en relaciones juveniles en la adolescencia, a
donde un adolescente empieza a buscar su pareja y cuando otro ya la ha
conseguido tiene celos de esta persona al tener lo que él desea; por ejemplo un
chico se enamora de una chica, pero a esta la corteja otro chico lo que
despierta la rabia y celos del primer chico.
Celos
amorosos: es el más común de todos, y al que la mayoría lo asocia,
muchos filósofos, científicos, religiosos, grandes eruditos y neurólogos
defienden la teoría de que "celos" es la envidia y el egoísmo de una
persona atraída al sexo opuesto que está siendo pretendida por otro individuo
de su mismo género, es decir celos es: hombre enamorado + mujer + otro hombre
enamorado de la misma mujer = celos, o viceversa, mujer enmorada + hombre +
otra mujer enamorada del mismo hombre = celos. Muchos concuerdan que los celos
de los varones son más grandes que los de las mujeres, ya que su cerebro tiene
más amplia la hipófisis, que controla este sentimiento, y la testosterona hace
que su instinto de procreación y de protección hacia sus hembras lo hagan perder
más fácilmente la cordura, e ingresar a los celos.
Celos sin pareja : En algunos casos
se puede sentir celos sin estar en pareja; puede ser de un compañero/a de
trabajo o escuela de quien se tenga cierta atracción. Es uno de los problemas
sentimentales más comunes entre la adolescencia y la juventud.
Pero durante la preadolescencia
se da un fuerte paso, es decir, se ponen en práctica los descubrimientos
anteriores, aparecen las fantasías sexuales, los genitales se definen, etc;
pasan a menudo períodos en que desean compañía y otros en los que prefieren la
soledad y el aislamiento. Se es muy frágil en su relación con los demás, porque
internamente no se siente seguro de casi nada. Su autoestima puede ser
fácilmente herida, y necesita sentirse aceptado por sus seres queridos.
El miedo al rechazo o a la
exclusión, y la búsqueda de aceptación por todos los medios son dos aspectos
esenciales de este período, durante el cual se van a determinar muchas de sus
conductas, que puede llegar a transgredir las normas impuestas por la familia.
El modelo grupal sustituirá a los valores representados por los padres, a los
que se enfrentará para poder seguir formando parte de su grupo de amigos.
Las relaciones amorosas ocupan
buena parte de su tiempo y espacios mentales, ya que ser escogido y amado le
produce una enorme gratificación personal y eleva su autoestima. Cuando vive
situaciones de celos, exclusión y abandono, experimenta un enorme sufrimiento,
aunque más adelante su capacidad de reacomodación emocional le permita volver a
la carga y buscar otros acompañantes.
Búsqueda de pareja : El despertar de
la sexualidad genital durante la pubertad, además de la integración de los
aspectos masculinos y femeninos en sintonía con el sexo anatómico, y la
asunción de la identidad sexual, favorece la capacidad de elegir un
destinatario amoroso fuera de la familia Esto no quiere decir que se escoja la
pareja definitiva, puesto que el adolescente todavía tiene que recorrer mucho
camino para poder realizar una elección de tal envergadura. Por eso, los
romances en esta época son buenos y necesarios para ir experimentando en las
relaciones amorosas los aspectos personales y sociales más importantes. La
atracción ha de ser recíproca, y no deben existir presiones ni culpabilidades.
Confianza, sinceridad y diálogo compartido son aspectos fundamentales para una
buena relación, en donde la complicidad y el compañerismo han de ser
prioridades. Lo más frecuente es que, después de haber realizado algunos
tanteos y aventuras, cada adolescente esté más capacitado para escoger la
persona con la que prefiere compartir sus cosas más íntimas La primera
experiencia suele ser confiada primeramente al mejor amigo o la mejor amiga;
sólo cuando el adolescente se sienta más seguro en la relación surgirán las ganas
de explicarlo a sus padres.
Tener pareja da una gran
satisfacción personal en una época de crisis como la adolescencia, pero no debe
constituir una obsesión para calmar angustias de soledad, ni ser un motivo de
orgullo delante de los amigos.
Las confidencias de amor con los
amigos suelen proporcionar seguridad, si no se pretende con ello dar envidia,
celos o quedar bien ante los demás. Un buen amigo puede guardar bien un
secreto, y a veces es más importante su opinión que la de los protagonistas de la
historia
La madre puede ser una buena
confidente y también una buena consejera para sus hijos, aunque suele ser
preferible que no quiera estar al corriente absolutamente de todo, para que
éstos no se sientan presionados o investigados
Cuando la pareja de un hijo o
hija adolescente llega a casa, la expectación suele ser enorme; por lo que no
hay que precipitar la ocasión. Hasta que las cosas no están bien claras entre
los dos, los puntos de vista familiares suelen ser muy incómodos y parecen poco
objetivos.
Punto vista de la antropología : La
psicología evolucionista clásica admite que los celos son un fenómeno universal
propio de la especie humana, con diferencias debidas al género de la persona
basándose en el supuesto de la especia ha vivido siempre en contextos de
emparejamientos monogámicos, certeza sobre la paternidad y dependencia material
y simbólica (alimentación, seguridad, estatus) de la mujer con respecto al
varón. Así, los celos de las mujeres deberían estar motivados por la
«infidelidad» emocional del varón (una forma de reaccionar a la posibilidad de
que el varón deje de ser su proveedor) y los celos del varón, por la
«infidelidad» sexual de la mujer (una forma de reaccionar a la posibilidad de
estar proveyendo a hijos que no tienen su carga genética)
Van Sommers ofrece una mirada
híbrida. En base al estudio de primates genéticamente cercanos a los humanos
(2% de diferencia en el modelo cromosómico), que no parecen presentar
comportamientos celosos, concluye que no hay un imperativo biológico para los
celos y que estos son un producto meramente cultural. Pero, el hecho de que en
todas las sociedades donde se dan relaciones sexuales «emocionalmente cargadas»
se imponen los celos adultos y las dificultades que experimentaron individuos y
grupos de nuestra sociedad que intentaron evadirlos, parecen indicar que hay raíces
biológicas para los celos.
Existen unas pocas etnias en las
que existen mecanismos sociales de minimización de los celos. En general son
culturas no monogámicas en las que no se le da importancia a la paternidad
biológica.
Pueblo Canela (Canela
Ramkokamekrá y Canela Apanyekrá) en el noreste brasileño. Según William
Crocker, hombres y mujeres debían ser generosos con sus bienes y con sus
cuerpos. Entre ellos, negar pública o privadamente el deseo sexual de otro era
considerado una actitud mezquina antisocial y maligna. Además se destaca que el
contacto de estos pueblos con la sociedad occidental y sus artículos
industrializados fue cambiando las costumbres y esto trajo aparejado deseos de
posesividad sobre estos bienes y celos de los varones sobres las mujeres.
Mosuo en el sur de China. Según
Judith Stacey existen entre los mosuo normas culturales que parecen operar para
suprimir la posesividad sexual. Los mosuo sienten celos y envidia pero saben
que deben reprimirlos e ignorarlos en aras de mantener la armonía. Para ellos,
el amante celoso es ridículo, casi como un ladrón, y la falta de generosidad,
es deshonrosa.
Celos en animales: Los celos en el
reino animal, son comunes, se podría decir que hasta natural, hay animales que
perciben algunas cosas que ni el ser humano puede, además de que se les puede
confundir fácilmente.
Cuando llega un nuevo animal al
hogar es probable que se produzcan celos por parte de la mascota que ya se
tenga. Por ello, se debe tomar el control a fin de que reine la paz.
Si se nota un cierto nivel de
rivalidad entre las mascotas por pasar más tiempo con el dueño, es necesario
dar muestras de cariño a todos por igual respetando su espacio y su forma de
actuar para que se encuentren completamente complacidas.
Así, al ser una conducta social,
es probable que las mascotas estén celosas con respecto a su dueño, su entorno
y a la lucha que tienen por mantener su poderío o por no ser sustituidos.
Entonces, es necesario educarlas de una manera correcta para que sepan cuál es
el lugar que tienen en casa, de la misma manera en la que deben acostumbrarse a
interactuar con otras personas y otros animales.
En el caso de tener más de una
mascota, se debe ser equitativo hasta para dar afecto, ellos aunque no se crea
pueden sufrir mucho por esas diferencias. También hay que saber que si uno
tiene varias mascotas va haber uno predominante, y es mejor dejarlo así, ellos
se van arreglar bien, es mejor no intervenir en sus decisiones en determinadas
circunstancias.
Amor o sentimiento de posesión?: Los
celos, ("el vicio de la posesión", como Jacques Cardonne los
denominaba) han sido, desde hace siglos, argumento recurrente y fértil de la
literatura aunque constituyan también el germen de demasiados sucesos
desgraciados y muy reales. Pero, ¿qué son los celos?.
Podríamos definirlos como un
estado emotivo ansioso que padece una persona y que se caracteriza por el miedo
ante la posibilidad de perder lo que se posee-tiene, o se considera que se
tiene-posee, o se debiera tener-poseer (amor, poder, imagen profesional o
social...).
En el ámbito sentimental, el
rasgo más acusado de los celos es la desconfianza y sospecha permanentes en el
otro que tiñen, y perjudican gravemente, la relación con la persona amada. La
mayoría entendemos por celos ese confuso, paralizador y obsesivo sentimiento
causado por el temor de que la persona depositaria de nuestro amor prefiera a
otra en lugar de a nosotros.
Cuando se muestra en su forma
aguda, el origen de los celos hay que buscarlo en situaciones neuróticas o, en
general, psicopáticas. Algunos autores creen que el sentimiento de los celos es
universal e innato. Linton, por ejemplo, ve una prueba de esta tesis en el
hecho de que en las Islas Marquesas, donde la libertad sexual es prácticamente
total, los indígenas manifiestan sus celos sólo cuando están ebrios; es decir
cuando su control voluntario, su raciocinio, ha disminuido. Por el contrario,
otros psicólogos (como O.Klineberg) señalan que este sentimiento es de origen
cultural, y que los celos no dependen del deseo o necesidad de goce exclusivo
de los favores del otro, sino del "estatuto" social. En las
sociedades monogámicas, como la nuestra, y siempre según este autor, el
adulterio sólo provoca reacciones celosas en la medida en que origina
inseguridad (material o afectiva) o afecta al prestigio y al honor. Son dos
teorías relativamente antagónicas, pero como ocurre con frecuencia,
perfectamente complementarias.
Podemos pensar por tanto, que
cuando nos mostramos celosos experimentamos sensaciones inherentes a nuestra
condición de seres humanos y, a la vez, manifestamos un comportamiento
adquirido y heredado de nuestra cultura y modus vivendi.
Un sentimiento que puede resultar peligroso:
Las personas muy celosas son, frecuentemente, apasionadas, ansiosas, un poco
sadomasoquistas y neuróticas, y proyectan en su entorno humano sus propias
tendencias a la infidelidad. Buscan con avidez todas las pruebas de su presunto
infortunio y se muestran refractarios a los argumentos racionales que les
trasmiten las personas cercanas con las que se sinceran.
Los celosos delirantes que se
sienten abandonados, menospreciados y burlados, pueden llegar hasta la tragedia
de perseguir con odio a su "amor" y no vacilarán en atacarlo. De ahí
que este sentimiento de los celos genere tantos problemas, no sólo en la
seguridad física de las personas directamente afectadas por casos criminales sino
también en el equilibrio emocional de otras muchas cuyo bienestar psicológico
se ve amenazado. Cuando en una pareja surge el miedo a la separación, éste se
manifiesta en forma de celos, de persecución al cónyuge en su hipotética
infidelidad, controlándole y pretendiendo obligarle a que sea fiel. Cuanto más
persigue a su pareja con celos, tanto más se siente impulsado el perseguido o
perseguida a demostrar su autonomía, esforzándose en alejarse y no dejarse
obligar. Y cuanto más lo hace, tanto más busca el celoso o celosa reclamarle
como posesión propia y secuestrar su libertad de movimientos y de sentimientos.
El celoso exige entonces a su
pareja la descripción pormenorizada de su supuesta aventura y en su mente se
mezclan el miedo al ridículo, a estar en boca de todos, el sentir con dolor que
la otra persona vale más, la pérdida de autoestima, un deseo morboso de
información (circunstancias de la otra relación, quién es, dónde se ven, desde
cuándo.....), un desmedido afán de control, un sentimiento de posesión exacerbado,
la agresividad para con uno mismo...
Vive la situación como si de una
tortura se tratara e incluso con deseos de venganza, que van desde el
encerrarse en el silencio hasta el drama que con tanta frecuencia describen las
secciones de sucesos de los medios de comunicación.
Los celos no son amor: Los celos, en
contra de lo que podría parecer y de lo que sugieren algunas letras de
canciones, argumentos literarios o guiones de películas, no siempre son
consecuencia de un gran amor, ni indican cuánto se quiere, se necesita o se
desea a la otra persona. Y, normalmente, quienes padecen preferentemente estos
ataques de celos son personas muy centradas en sí mismas, que sólo se curarán
saliendo de su autoencierro. En muchas situaciones de celos hay, más que amor o
miedo a la soledad, otras causas: sentimientos de posesión del otro, de
necesidad de controlarle, de inseguridad en uno mismo, de envidia hacia la
mayor riqueza de la vida emocional del otro...
Un tipo muy especial de celos son
los infantiles ("complejo de Caín"), que se manifiestan tras el
nacimiento de un nuevo hermano. El niño, antes centro de todas las atenciones,
se ve obligado a aceptar que debe compartir con el nuevo miembro de la familia
el amor y cuidados de sus padres, muy especialmente de la madre, lo que hace
que vea en el recién llegado un usurpador y la malquerencia hacia "el
intruso", lo que puede conducirle a volcar su agresividad en su pequeño
hermano. Según los psicólogos, no es extraño que incluso el origen de ciertos
estados neuróticos que sufren los adultos provenga de secuelas de celos
infantiles padecidos hace décadas. Pero los celos no son exclusivos del espacio
familiar o sentimental: otro ámbito donde germinan es el mundo laboral.
Los celos afectan con frecuencia
a profesionales desconfiados y muy competitivos (en la mala acepción del
término), incapaces de trabajar en equipo y que invierten gran parte de su
tiempo y energía en los pequeños detalles, no compartiendo información y
controlando cuanto ocurre a su alrededor, a fin de que nadie presente un
trabajo que pueda ensombrecer el suyo. La vida y valía personal de estos
celosos laborales giran en torno a su estatus profesional y mantienen una baja
autoestima (disfrazada frecuentemente de autosuficiencia). Y, por supuesto, con
esa actitud, evidencian su inseguridad y un déficit de inteligencia emocional,
al no responder positiva y equilibradamente a los estímulos del exterior, en
este caso, a la competencia de sus compañeros de trabajo.
También pueden surgir los celos
en la relación con los amigos ("ese es el más guapo, aquellla es la más
lista, ese el que tiene la casa más bonita, este es el que está casado con la
que más dinero gana"), pero normalmente no generan tantos problemas ni
alcanzan dimesiones dramáticas.
Si nos sentimos celosos de nuestra pareja:
"Los celos son malos consejeros" dice el refrán. No desdeñemos su
importancia ni dejemos que se nos cuelen como sentimientos normales o que hasta
tienen su encanto, por cuanto trasmiten "lo mucho que le quiero". En
la realidad cotidiana, los celos rompen y enturbian las relaciones, y los
individuos celosos acaban minando, con su posesividad y persecución
asfixiantes, el gozo y el placer del encuentro, el equilibrio en la pareja, que
se basa en la ternura, la comprensión, la tolerancia y el respeto a la
autonomía del otro. Si en un momento determinado nos sentimos víctimas de un
ataque de celos que perjudica nuestro bienestar emocional, actuemos
dedicidamente:
Seamos conscientes de que estamos
padeciendo los celos sin querernos engañar jugando a progresistas.
Comuniquemos nuestros
sentimientos a la persona cuyo comportamiento ha generado los celos,
especificándole claramente las conductas que nos hacen sentirnos celosos.
Hablémosle cuanto haga falta,
aunque sin someterla a una presión excesiva (y mucho menos aún, recurriendo a
amenazas o agresiones físicas), y con ánimo de pedirle que nos ayude a disipar
nuestras dudas. Se trata de saber qué ocurre en realidad y de cotejarlo con
nuestra percepción, que perfectamente puede ser errónea.
Si se trata de un pensamiento
irracional que estamos alimentando, debemos apoyarnos en la realidad y
desterrarlo definitivamente. Nos será más fácil si contamos con la ayuda de la
otra parte. Pero no olvidemos también es parte afectada, a la que debemos comprender
y ayudar.
Revisemos durante un cierto
tiempo nuestra actitud ante la otra persona, para comprobar que los celos han
desaparecido.
Fortalezcamos el diálogo
continuo, la confianza y el contacto amoroso: son los mejores instrumentos para
superar el desencuentro y los celos.
Aceptémonos más, confiemos en
nosotros mismos y trabajemos la seguridad en nosotros mismos, nuestra
autoestima.
Si sufrimos un cuadro agudo de
celos o nos vemos incapaces de gestionarlos por nosostros mismos, dirijámosnos
cuanto antes a una consulta psicológica.
Y, por último, si hay motivo real
para nuestros celos, planteemos con realismo la situación a nuestra pareja. Y
armémonos de valor, paciencia y comprensión para superar la situación. Casi
todo tiene un final, y el amor también puede tener fecha de caducidad.
Los celos y la envidia en el trabajo son
distintos en hombres y mujeres: Un estudio realizado por investigadores
de España, Holanda y Argentina señala que, en el ambiente laboral, la
competición sexual afecta más a las mujeres que a los hombres. Sin embargo, las
habilidades sociales del rival provocan celos y envidias profesionales en ambos
sexos por igual.
La rivalidad intrasexual se
refiere a la competición con otras personas del mismo sexo impulsado por el
afán de obtener y mantener el acceso al sexo opuesto. Los autores del estudio
han analizado este tipo de rivalidad a través de cuestionarios repartidos directamente
a 200 sujetos en sus puestos de trabajo. "Las mujeres con un alto nivel de
competición intrasexual son más celosas si la rival es más atractiva y más
envidiosas si la rival es más poderosa y dominante", ha explicado a la
agencia SINC Rosario Zurriaga, investigadora de la Universidad de Valencia y
una de las autoras del estudio que ha publicado Revista de Psicología Social.
"En los hombres no se obtienen estos resultados, ya que ninguna de las
características del rival que provocan celos y envidia predicen la competición
intrasexual", añade.
En el análisis, Zurriaga y sus
colegas distinguieron entre dos emociones: celos, que se conceptualizan como
una amenaza o pérdida de logros en una relación debido a la interferencia de un
rival, e implican pérdida o amenaza de pérdida de lo que se poseía; y envidia,
que se conoce como una respuesta a otra persona que posee logros, habilidades o
cualidades que uno desea, e involucran carencia en comparación con el
envidiado.
Según sus resultados, en general
la competición sexual provoca más celos y envidia en las mujeres. No obstante,
tanto en hombres como en mujeres las habilidades sociales de los rivales
provocan estas dos emociones. "Este resultado pone de manifiesto la
importancia de las destrezas sociales en entornos laborales", afirma
Zurriaga. "Nuestra investigación pretende clarificar el papel de emociones
como los celos y la envidia en el trabajo. Estos sentimientos no han sido muy
estudiados en contextos laborales y pueden generar estrés en los trabajadores y
afectar negativamente a la calidad de vida laboral", añade la
investigadora. "Esta es una de las
primeras investigaciones que examina las características del rival en este
entorno y contribuye a entender mejor conflictos y problemas que pueden ocurrir
en las relaciones laborales", concluyen los autores del trabajo.
¿Son diferentes los celos de hombres y
mujeres?: En todas las culturas ellos sufren más celos sexuales, y
ellas, emocionales. Esto es lo que revelan los estudios del doctor David M.
Buss, psicólogo evolucionista de la Universidad de Texas: para los hombres, lo
peor es que su pareja se acueste con otros, y a las mujeres les aterra la idea
de que su compañero se enamore de alguien más. Como buen evolucionista, Buss
explica esta diferencia con la hipótesis de que los celos son una estrategia
que previene la pérdida de "relaciones importantes". Y los riesgos
son distintos para cada sexo.
El varón puede repartir su
esperma, ya que tiene de sobra, pero debe cerciorarse de que está dedicando los
cuidados paternales a sus propios genes; o sea, de que el hijo es suyo. El
coste biológico del óvulo es mayor, por eso una mujer tiene que estar segura de
que el hombre que elija como pareja no abandonará su responsabilidad en la
crianza para irse con un nuevo amor.
Los perros también sienten celos:
Además de leales, cariñosos y serviciales, los perros pueden ser muy celosos.
Incluso tienen cierto sentido de la justicia, según revela un estudio austriaco
publicado hoy en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
El investigador Friederike Range
y sus colegas trataron de medir el comportamiento de los animales utilizando
perros bien entrenados que rápidamente ofrecen una pata cuando se les pide. Los
científicos utilizaron parejas de canes pertenecientes a un mismo dueño, pero
los trataron de forma diferente: mientras uno recibía una buena recompensa
cuando levantaba la pata (una salchicha) al otro no se le ofrecía nada. Al
detectar la "injusticia" que se cometía, el perro agraviado mostraba enfado
y resentimiento. Y finalmente dejaba de obedecer la orden.
"Un elemento esencial de la
evolución de la cooperación es la sensibilidad al esfuerzo de los otros en
comparación con los propios costes y ganancias. La aversión a las desigualdades
es una fuerza que nos empuja a cooperar o nos lo impide", escribe Range en
PNAS. Hasta ahora el rechazo a colaborar al ser testigo del trato desigual a
otros compañeros sólo se había observado en primates. El nuevo estudio con
estos animales de compañía, revela "una etapa temprana de la evolución de
los comportamientos cooperativos que más tarde aparecieron en simios y
humanos", precursora de sentimientos humanos más complejos como la
envidia.
¿Tienes frenemigos?: Llamas a un
supuesto colega para contarle que tu pareja está a punto de dejarte y te suelta
que él no se queja de estar solo. Cuando estás pasando por una mala época,
parece que se alegra y su autoestima se dispara. Es probable que esa persona
sea, en realidad, un frenemigo.
Nos referimos a los amigos
ambivalentes, por los que sentimos afecto, pero que, muchas veces, nos causan
dolor emocional. Casi siempre sienten celos de nuestros logros y disfrutan si
las cosas se nos tuercen. Son expertos en el arte de meter el dedo en la llaga
cuando deberían arroparnos y consolarnos. No importa que los consideremos
inseguros, envidiosos o narcisistas: les tenemos cariño y nos resistimos a
cortar por lo sano.
En 2007, los psicólogos
norteamericanos Julianne Holt-Lunstad y Bert Uchino tomaron la tensión de 107
voluntarios mientras hablaban de un acontecimiento negativo con un frenemigo y,
luego, con un verdadero aliado. La presión arterial era más elevada en
presencia del primero, con el consiguiente riesgo para el corazón. El problema
reside en la ambivalencia con la que tiñen la relación. Esperamos algo de ellos
-claro, son nuestros colegas-, pero nos producen ansiedad y frustración. Un
peligroso atajo hacia la enfermedad, pues el estrés reduce la eficacia del
sistema inmunitario. Además, estos investigadores calcularon que alrededor de
la mitad de nuestras relaciones personales son ambiguas y agobiantes: incluyen,
también, a los familiares a los que no tenemos más remedio que soportar. En
otro experimento, pedían a los voluntarios que realizaran dos tareas: un
cálculo aritmético mental y defenderse de una falsa acusación. Las personas con
más pseudoamigos tenían una frecuencia cardiaca y una tensión arterial más
altas durante las actividades. Esto se traduce en menos resistencia al estrés y
más riesgo de sufrir depresión.
Cuidado con los vampiros emocionales:
Cuando oyes de un conocido: "No lo digo para criticarte", puede
significar que en el fondo su intención sea despellejarte y, de paso, hundirte
en la miseria. No importa que tu éxito sea fruto del trabajo o de tu talento.
El celoso enfermizo tratará de destruirte a través de la descalificación y la
calumnia. Napoleón Bonaparte dijo que la envidia es una declaración de inferioridad.
Sin embargo, al igual que ocurre con el estúpido, el envidioso puede ser un
enemigo muy peligroso. El motor que le mueve es un irrefrenable deseo de
destruir al que ha logrado el triunfo y la excelencia.
No todos se ajustan a un mismo
patrón. Entre las personas tóxicas, los hay arrogantes que nos restriegan su
supuesta superioridad, hostiles que maltratan verbalmente, déspotas que nos
anulan en el trabajo, psicóticos que nos ponen en peligro o neuróticos que nos
arruinan la vida. Aunque presentan diferentes perfiles psicológicos, todos
tienen dos características comunes: son manipuladores e intratables. Solo la
experiencia hace que algunas personas puedan detectarlos a tiempo y evitar así
el contacto con ellos. Los psicólogos y psiquiatras dicen que son genuinos
vampiros que se alimentan de las energías de otras personas.
Otras definiciones.
Que son los celos y por que los sentimos:
Sentir celos es parte de la naturaleza humana, es una respuesta emocional que
ocurre como resultado de un complejo proceso psicológico que nunca es
agradable. Por ello es que hoy te invito a intentar describir qué son los celos
y por qué somos celosos.
¿Qué son los celos?: Los celos
representan una de las emociones más naturales o esenciales y al mismo tiempo,
una de las más oscuras, dañinas e incómodas que existen.
Se tiene constancia de que este
sentimiento es inherente a la condición humana desde tiempos ancestrales,
siendo por ejemplo una temática recurrente en la mitología Griega o en las
narraciones de la Biblia (donde aparecen en innumerables oportunidades como un
mal en los hombres).
Sin embargo, también podemos
encontrarnos con esta emoción en otras especies animales tales como los
chimpancés, los elefantes o los perros, que también son celosos, entre otros
tantos.
Hay quienes creen que los celos
son otra forma de envidia pero, a diferencia de esta, los celos aparecen más
bien como un temor, como el miedo a perder determinada cosa, objeto, función o
relación, entre otras cosas. Para entender mejor ambos conceptos, veamos cómo
define estas emociones el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
(RAE).
Envidia: Tristeza o pesar del
bien ajeno. Emulación, deseo de algo que no se posee.
Celo: Interés extremado y activo
que alguien siente por una causa o por una persona.
Recelo que alguien siente de que
cualquier afecto o bien que disfrute o pretenda llegue a ser alcanzado por
otro. U. m. en pl.
Sospecha, inquietud y recelo de
que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra.
Entonces podemos diferenciar
estas emociones al tener en cuenta quiénes o qué cosas entran en juego. Así,
decimos que la envidia se refiere a algo que alguien más posee mientras que el
celo refiere al temor ante la pérdida de perder algo que nosotros poseemos.
¿Por qué somos celosos?: A pesar de
que en la antigüedad, las causas de este fenómeno fueron adjudicadas a deidades
o entidades sobrenaturales e ilógicas, hoy sabemos que la responsabilidad es
nuestra. Desde el campo de la ciencias, como la Psicología y particularmente
desde la Psicología Evolutiva, sabemos que todo pasa por nuestros cerebros,
tanto la forma en la que establecemos nuestras relaciones, como la manera en
que buscamos mantener (o no) las mismas.
En sí, de acuerdo a diversos
psicólogos contemporáneos, los celos son una respuesta emocional inherente a la
naturaleza de los Hombres, donde tanto en hombres como en mujeres ocurre de la
misma manera y esta ligado a una cuestión muy simple: buscar proteger lo que se
quiere.
Los humanos aprecian, quieren y
aman sus pertenencias, sus puestos de trabajo, sus amigos, sus parejas, etc., y
la idea de perder ese vínculo o tan solo peligrar su existencia, los martiriza
con este horrible sentimiento.
Muchísimo tiene que ver con
nuestras capacidades cognitivas, con cómo procesamos la información y a cómo
estipulamos con ella. Además, los celos tienen mucho que ver con la sexualidad
y la naturaleza de nuestros hábitos reproductivos sin embargo, no solo con ella
puesto que por ejemplo, volviendo a lo que estos procesos cognitivos refiere,
pensemos en los niños o incluso en los bebés de apenas unos meses de vida que
presentan esta clase de emociones o este tipo de comportamiento.
La raíz de los celos y la
influencia de diferentes cuestiones como el género, la edad, el origen étnico y
demás, siempre han sido un tema de controversia. En realidad, si, todos estos
factores tienen que ver con el desencadenamiento de los celos, el tipo de celo
o la graduación en la que se los podría clasificar. En el ámbito del sexo, por
ejemplo, a muchos les podrá llamar la atención la práctica sexual de las
parejas conocidas como swingers o aquellas personas que en el acto sexual
comparten a su pareja. A muchos les parecerá un tabú o considerarán que en una
situación semejante, morirían de un ataque de celos.
Lo cierto es que allí entran en
juego muchos de los aspectos antes señalados, en especial aquellos que están
relacionados a los procesos cognitivos de cada individuo. Pero más allá de toda
esta cuestión social, cognitiva y cultural, más allá de factores como la edad,
el género o la naturaleza psíquica de cada individuo, también hay ciertos
detalles a señalar desde los cuales nos adentramos al campo de la Neurociencia.
Dejando de lado los aspectos
sociales, en Neurociencia se considera que sí existen diferencias entre los
sexos y que, más específicamente, las mujeres son más celosas que los hombres.
Pero para entrar en este ámbito, deberíamos considerar una compleja
diferenciación entre el concepto de sexo y amor, que no haremos en esta
oportunidad pero que vale la pena mencionar.
Mediante diferentes experimentos,
se ha determinado que por ejemplo en una pareja, la infidelidad en el coito
provoca una respuesta que implica un mayor grado de celos y otros sentimientos
como rabia, ira, etc., que en el caso de una infidelidad de tipo psíquica o de
algún modo “espiritual”. Si la persona es infiel en la cama pero no hay una
conexión (lo que llamaríamos “amor”) los celos aparecen en menor grado y con
consecuencias menos nocivas.
A su vez existen diferentes tipos
de celos, desde celos más habituales vinculados al empleo, amistad, familia,
romance, a los celos anormales, que
rozan la paranoia y las patologías psicológicas.
Bien podríamos decir que nuestros
celos, en gran parte, son entonces el resultado de nuestra inseguridad, nuestra
poca capacidad para desarrollarnos como individuos independientes, el peso de
nuestra calidad como sujetos sociales y en cierta medida, de nuestro profundo
egoísmo.
¿Qué opinas sobre este tema?
Todos algunas vez sentimos celos o fuimos el objeto de los celos de alguien
más. ¿Por qué crees tú que somos celosos?
Los Celos infantiles:
1- Introducción
Los celos pueden definirse como
un estado subjetivo caracterizado por una sensación de frustración al creer que
ya no somos correspondidos emocionalmente por las personas queridas (padres,
parejas...) o, al menos, con la intensidad y frecuencia que deseamos o necesitamos.
Muchas son las causas que pueden
disparar los celos. En la infancia es habitual la aparición de celos tras el
nacimiento de un hermanito. En cierto modo, el niño se protege y reclama seguir
teniendo la misma atención que se le dispensaba antes y que ahora tiene que ser
compartida. Por tanto, puede tener un cierto valor adaptativo. No obstante, en
muchas ocasiones, la respuesta de celos es exagerada, prolongada en el tiempo y
cursa con gran malestar y deterioro en las relaciones familiares. Es, en estos
casos, cuando la ayuda profesional es imprescindible.
Como se ha dicho, en todos los
episodios de celos hay una experiencia subjetiva de malestar emocional y
frustración independientemente de los hechos que la provoquen y perpetúen.
Estas causas pueden, a su vez, ser reales y obedecer a hechos objetivos, o
irreales (imaginadas o inventadas) en cuyo caso podríamos estar ante un
trastorno clínico.
Normalmente, la respuesta del
niño o persona que padece los celos, cursa con envidia y resentimiento hacia la
persona intrusa que se percibe como un rival para compartir el mismo espacio
afectivo.
Los celos llevan además
implícitos un proceso de distorsión cognitiva acerca de los hechos objetivos,
los sentimientos de los otros, las consecuencias futuras y, en definitiva, de
la percepción de la realidad. Esto añade más carga negativa pudiendo
incrementar en el niño una baja autoestima, cuadros de ansiedad o miedos pero
también conductas desadaptadas como más adelante se expone.
2- Posibles causas de los celos entre hermanos
a) Características de los hijos
Normalmente, se atribuyen las
causas de los celos infantiles, en especial en aquellos que se dan entre
hermanos, a factores ambientales y evolutivos. Sin embargo, hoy sabemos, de la
existencia de ciertas características del temperamento en niños que van ser muy
relevantes en la posible aparición de la conducta celosa. Estos factores, que
podrían ser de tipo genético, predispondrían a desarrollar este tipo de
conductas con mayor probabilidad e intensidad, configurando en el tiempo una
personalidad celotípica que se seguiría manifestando en la vida adulta con
parejas sentimentales o compañeros de trabajo, entre otros.
Algunos estudios avalan la
hipótesis de que los niños de temperamento sensible, detallista, metódico, con
esquemas bastante rígidos y poca tolerancia a los cambios (de casa, de escuela,
de educadores, etc.), a veces con poca capacidad para expresar con palabras sus
sentimientos (en el caso de los niños mayores de 4 años), tendrían más
posibilidades de desarrollar un trastorno de celos ante la llegada de un
hermano.
Por otra parte, sabemos que cada
niño es diferente y también lo es su percepción acerca de la distribución de
atención y privilegios entre los hermanos por parte de los padres.
Independientemente de la
situación objetiva que se produce en las relaciones padres-hijos, cada niño
construye su propia realidad en base a su carácter y historia previa. De esta
forma, podemos creer que somos muy ecuánimes en el trato con nuestros hijos
pero alguno de ellos puede interpretar lo contrario.
Frecuentemente se proporciona
mayor atención al hijo celoso, pero eso no sirve para hacerle cambiar en sus
percepciones y sentimientos. También puede ocurrir que las conductas celosas se
perpetúen como forma de obtener ciertos privilegios o mantener una posición de
aparente “fragilidad” para utilizarlo a su favor.
b) El momento evolutivo
Los celos son normales dentro del
curso evolutivo del niño y a edades tempranas tras el nacimiento de un
hermanito (a partir de 2 años hasta los 4 o 5 aproximadamente). La etapa más
sensible es cuando la llegada del hermano se produce durante la fase de apego.
Se considera que tienen un valor
adaptativo en cuanto es un sistema de regulación del niño para afrontar una
nueva situación. Lo habitual es que vayan desapareciendo o reduciéndose a
medida que el niño se hace mayor.
En algunas ocasiones, cuando
estos celos son persistentes en el tiempo, frecuentes, de cierta intensidad y
cursan con malestar significativo en la relación familiar es cuando podemos
encontrarnos con los celos patológicos que sí pueden asociarse a ciertos
factores internos del propio niño, entre otras causas.
Los celos entre hermanos pueden
darse en los dos sentidos, es decir del hermano mayor hacia el menor y
viceversa. En el primer caso suelen aparecer conductas regresivas (conductas
infantiles de imitación del hermano pequeño, enuresis secundaria, etc.) y en el
segundo, los celos se dan en el sentido de identificarse con el hermano mayor
que le sirve de modelo al tiempo que reivindica los derechos y privilegios que
se le otorgan por su edad más avanzada.
c) Características de los padres
Los estilos educativos de los
padres, así como el clima familiar son también factores importantes a tener en
cuenta. En aquellos hogares donde los padres adoptan un estilo abierto,
comunicativo, de igualdad de trato (dentro de cada edad), de afecto compartido,
sin establecer comparaciones entre hermanos y sabiendo destacar lo mejor de
cada uno, es donde se pueden minimizar los riesgos de celos.
Cuando la atención hacia los
hijos es asimétrica puede potenciarse la aparición de los celos. Sucede que hay
niños más extrovertidos, alegres o con mejores recursos sociales que suelen
acaparar la atención con mayor facilidad que alguno de sus hermanos. Es normal,
en estas situaciones, que estos niños reciban de forma natural mayor atención
de las otras personas.
Algunos estudios avalan la
hipótesis de que cuando existe una buena relación afectiva padre-hijo antes del
nacimiento del hermano se minimiza el riesgo de conflicto posterior con la
madre por motivos de los celos.
Igualmente señalar que puede ser
un factor de riesgo desencadenante el estado anímico y emocional de la madre
tras el parto. Si se dan cambios importantes en su comportamiento o hábitos
(cansancio, estrés post-parto, depresión, etc.) pueden afectar al niño que
relaciona los cambios negativos con la llegada del hermano.
d) Factores ambientales
Cada niño constituye un individuo
con características únicas. Éstas se van conformando a lo largo del ciclo
evolutivo en base a la interacción de su genética con las experiencias vividas
y la educación recibida.
Los niños que en su primera
infancia han sufrido carencias afectivas (malos tratos, agresiones, abandono,
etc.) pueden desarrollar posteriormente, aunque el ambiente se haya
“normalizado” una sensibilidad especial hacia la necesidad continua de atención
y, por tanto, poca tolerancia a compartir su espacio con otros y, por tanto, a
desarrollar conductas celosas de diferente índole.
En general, podemos afirmar que
tanto un ambiente afectivo excesivo o mal entendido (tolerarle todo, ceder a
sus demandas, hacerle creer que es el centro del universo, etc.) como lo
opuesto (escasa afectividad, mal trato, poca interacción, abandono, etc.), pueden
provocar desajustes que cursen con episodios de celos entre otras
manifestaciones conductuales.
3- Síntomas y manifestaciones del niño celoso
Los indicadores de la presencia
de celos en niños pueden ser muy variados y van desde la aparición de conductas
de aislamiento, infelicidad y frustración (conductas internalizantes o
dirigidas hacia uno mismo) a conductas disruptivas y agresivas dirigidas tanto
a las personas objeto de envidia como hacia las figuras de apego (conductas
externalizantes dirigidas hacia otros).
Dependiendo del temperamento del
niño, su edad y circunstancias ambientales las manifestaciones celotípicas
variarán entre los dos extremos propuestos pudiendo simultanear una combinación
de ambas.
En general, los niños celosos
pueden manifestar algunas de las siguientes conductas:
Cambios de humor no justificados.
Signos de infelicidad. Lloro
frecuente sin motivo. Tristeza acompañada de manifestaciones verbales de no
sentirse suficientemente querido.
Aparición de nuevas conductas (no
presentes hasta la llegada de un hermano o ya superadas) normalmente
desadaptadas con el simple motivo de llamar la atención de los padres (pipi en
la cama, negarse a comer, agresividad injustificada hacia objetos o animales,
comportamiento social anómalo, etc.).
Cambios en la expresión verbal y
gestual. Vuelta a un lenguaje más infantil con presencia de gestos inmaduros
como chuparse el dedo.
Alteraciones en los patrones de
comida (menos apetito o más selectivo con los alimentos, rechazando platos
antes preferidos o se le tiene que dar la comida) y sueño (insomnio, despertar
nocturno, solicitar dormir con los padres, etc.)
Negativismo, terquedad,
dificultad para obedecer. En los casos más extremos: oposicionismo, agresividad
manifiesta y actitud desafiante hacia padres y compañeros.
Negar sistemáticamente los
errores propios y culpabilizar a los otros de sus problemas o actitudes (en
especial al hermano objeto de celos).
4- Estrategias y orientaciones de
intervención
La mejor forma de regular los
celos es intentando conocer cual es el origen de los mismos. Deberemos tener en
cuenta la historia previa del niño, su edad, circunstancias, etc. También es
importante diferenciar entre la aparición repentina de los celos o un
temperamento o personalidad celosa. En el primer caso podemos sospechar la
irrupción de algún elemento novedoso como puede ser el nacimiento de un
hermano. En el segundo caso se trata de niños con cierta predisposición a
padecerlos y su tratamiento será más complejo.
En el caso de que los episodios
se mantengan en el tiempo, su magnitud sea desproporcionada respecto a lo
esperado por su edad y educación recibida, produciéndose un deterioro en las
relaciones familiares, es cuando aconsejamos la visita a un profesional.
Una vez identificados los celos,
los padres y demás familiares relevantes deberán consensuar una estrategia
común para ayudar al niño.
A nivel general exponemos una
serie de orientaciones para minimizar las conductas celosas entre hermanos:
Es fundamental establecer un
equilibrio en el trato a los diferentes hermanos de forma que no haya un trato
de preferencia hacia ninguno de ellos ni se establezcan comparaciones.
Siempre es más eficaz alabar los
aspectos positivos que recriminarle los negativos.
Delante conductas celosas
(rabietas, desobediencia, negativismo, etc...) puede aplicarse la retirada de
atención o alguna de las técnicas conductuales que se utilizan en la
modificación de conducta. Si los celos suponen un reclamo de atención
emocional, debemos ser capaces de dársela contingentemente a las conductas
deseadas o positivas, nunca tras los episodios de celos.
Aumentar el tiempo en actividades
y juegos de toda la familia es buen método para mejorar la comunicación y
estrechar lazos.
Responder con tranquilidad a los
episodios celosos, sin estridencias ni recriminaciones, comunicarle al niño
nuestra decepción por su comportamiento y dejar de prestarle atención.
Posteriormente cuando se tranquilice y, según la edad, podemos intentar razonar
lo ocurrido y darle la atención emocional. No obstante, “razonar” con el niño
celoso (aunque tenga edad suficiente para comprender nuestros argumentos) no
funcionará siempre. Debemos entender sus conductas como síntoma de un malestar
y no desde la perspectiva adulta.
Cuando los celos son del hermano
mayor hacia otro de edad inferior puede resultar útil irle recordando de forma
sutil las ventajas y “privilegios” que tiene al ser mayor (por ejemplo:
acostarse más tarde o poder realizar ciertas actividades). También, para los
niños a partir de los 3/4 años aproximadamente puede ser útil darles cierto
protagonismo respecto a los cuidados hacia el hermano pequeño y la importancia
de su ayuda para la familia. A estas edades puede ser insoportable perder todo
el protagonismo debido al recién llegado. Es frecuente que las diferentes
personas y familiares que visitan al bebé le dediquen una atención casi
exclusiva quedando en segundo término el hermano y acrecentando sus celos.
La relación entre hermanos tiene
su propio ciclo de desarrollo. Si el clima familiar es emocionalmente estable y
equilibrado, los celos puntuales, normalmente son superados y no presentan
mayores problemas.
No más peleas: los celos son clave para
mantener el amor
Los celos pueden ser positivos si
sabemos cómo manejarlos.
Decía Gregorio Marañón que los
celos son un “instrumento certero que destruye la libertad interior y elimina
en la compañía toda la felicidad posible”. El ilustre médico español no es el
único que ha dedicado palabras de agravio a los celos. William Shakespeare
bautizó a los celos como el “monstruo de los ojos verdes” y Miguel de Cervantes
comparó estos con la calentura en el hombre enfermo, pues “tenerla es señal de
tener vida, pero vida enferma y mal dispuesta”. Los celos han gozado de mala
prensa durante toda la historia, y pocos han visto en ellos algún aspecto
positivo. Pero lo cierto es que los celos, además de ser inevitables, pueden
ser beneficiosos, siempre que sepamos manejarlos de la forma adecuada.
Cuando decimos que una persona es
celosa no siempre nos referimos a lo mismo. Hablamos de alguien que siente
algún tipo de inquietud o sospecha respecto a la persona a la que ama, porque
piensa que puede haber empezado a querer a otra persona. Pero los celos pueden
incluir, además, un conjunto de sentimientos, como el miedo, la tristeza o la
ira, que merecen ser analizados por separado. La realidad es que los celos, tal
como explicó en 1947 el psiquiatra Boris Sokoloff, uno de los primeros
estudiosos del tema, “no sólo están imbricados en la naturaleza humana, sino
que son la emoción más básica y omnipresente en todos los aspectos de las
relaciones humanas”. Todos los tenemos, pero no de la misma forma, ni del mismo
tipo.
Clasificando los celos: En 2007, los
psicólogos Robert Bringle y Robert Rydell, establecieron dos categorías de
celos que, según explicaron en un estudio publicado en la revista Social
Behavior and Personality, deben estudiarse por separado. Por un lado están los
celos reactivos (reactive jelousy) que parten de componentes emocionales, y por
otro los celos de sospecha (suspicious jelousy), que parten de componentes
cognitivos y conductuales.
Distinguir entre uno y otro tipo
de celos es vital, en la medida en que los celos reactivos están justificados,
y los de sospecha noLos celos reactivos aparecen como reacción a un
comportamiento de nuestra pareja que nos parece reprobable. De alguna manera,
se trataría de unos celos “justificados” que aparecen si, por ejemplo, pillamos
a nuestra novia flirteando con otra persona. Estos celos reactivos, según
explican Bringle y Rydell en su estudio, son más fuertes en las parejas con
fuerte interdependencia y una gran confianza mutua. Hacen que nos sintamos
traicionados pero, no dejan de ser algo positivo, pues, si tras sentirlos
logramos hablar de ello con nuestra pareja, la relación saldrá fortalecida. Al
fin y al cabo, el sentir un celo reactivo, no deja de ser algo positivo, pues
significa que realmente sientes algo por la otra persona.
Los celos de sospecha, por el
contrario, aparecen sin la necesidad de que haya una indicación real de
traición, o infidelidad, y no son tanto un problema de pareja, como de la
persona celosa, que suele tener inseguridad, ansiedad o baja autoestima. Se
trata de los celos que debemos evitar, en la medida en que no responden a una
realidad, y son los más peligrosos para la pareja –los otros son más sinceros:
se pueden solucionar, o no, pero entran dentro de la “normalidad”–. Distinguir
entre uno y otro es vital, en la medida en que los celos reactivos están
justificados, y los de sospecha no. Hablar de esto con nuestra pareja es la
única manera de acabar con el problema.
¿Un mecanismo evolucionista?: Como
es habitual en todos los temas relativos al amor, la corriente evolucionista
trata de explicar la aparición de los celos como un mecanismo biológico
orientado a la preservación de la especie. En un estudio publicado en julio en
la revista Philosophy & Technology, el investigador del Oxford Uehiro
Centre for Practical Ethics Brian Earp, asegura que los celos cumplen una
función positiva para nuestra especie, pues logran que las familias permanezcan
unidas y los padres se centren en la crianza de los hijos. Los celos, explica,
liberan oxitocina, la célebre “hormona del amor”, cuya administración
artificial podría ayudar a salvar a los matrimonios en peligro.
Los celos no solo son de distinto
tipo, además, aparecen por distintos motivos en hombres y mujeres. Los hombres
son mucho más celosos respecto a la infidelidad sexual –el ver que su pareja
podría estar teniendo relaciones sexuales con otra persona–, pero no les
importa tanto la infidelidad emocional –el pensar que su pareja ya no les
quiere–. En las mujeres ocurre justo lo contrario, no soportan la infidelidad
emocional, pero son más permisivas con la infidelidad sexual.
Los celos nos hacen darnos cuenta
del valor real que tiene para nosotros la persona con la que estamos
compartiendo nuestra vidaLa teoría predominante explica esta diferencia a
través de nuestros orígenes evolutivos. Los hombres habrían aprendido a lo
largo de la historia a ser más recelosos en cuanto a las relaciones sexuales de
sus parejas, pues no tenían la certeza de saber si realmente eran padres de sus
hijos. Por el contrario, las mujeres se preocupan mucho más de tener una pareja
que se encargue del sustento de la familia, y no les preocupa tanto lo que
pueda estar haciendo ésta en su tiempo libre.
Al margen de las teorías evolucionistas
–que siempre tendrán defensores y detractores–, lo que parece claro es que
sentir celos es, en la mayoría de los casos, algo natural, y no necesariamente
negativo. Los celos nos hacen darnos cuenta del valor real que tiene para
nosotros la persona con la que estamos compartiendo nuestra vida, y sirven,
además, para alertarnos de las amenazas que pueden surgir en el transcurso de
la relación. Si vemos los celos como una motivación, que nos lleve a tomar
medidas para fortalecer nuestra relación, serán algo positivo. Si por el
contrario, nos obsesionamos y nos volvemos cada vez más inseguros, pueden
conducirnos a actuar de forma injusta, e injustificada, con nuestra pareja.
Todo depende de cómo interpretemos nuestras emociones.
Celos: Para el autor, los celos,
además de ser “una cólera que se manifiesta por la violencia o el silencio”,
son también “un duelo a repetición, puesto que en cada acceso de celos el
sujeto vuelve a perder su objeto”. Envuelven tanto “la furia de la desposesión”
como “el placer logrado con el sufrimiento” y son “el correlato narcisista del
riesgo de amar”.
Al principio es un afecto, una
cólera que se manifiesta mediante la violencia verbal y física o el silencio
malhumorado, vinculado con una situación frustrante, de angustia y de
agitación. En tanto afecto, los celos inciden intensamente en el cuerpo. El que
experimenta celos siente un nudo en el estómago, provocado por la lucha cuerpo
a cuerpo con ese otro que se desdobla, frente a quien siente simultáneamente hostilidad
y una dolorosa cercanía. A partir de ese verdadero síntoma somático, organiza
sus pensamientos y movimientos en torno de los pensamientos y movimientos del
objeto amado o, al menos, investido de un interés libidinal. Se muestra más que
preocupado por sus idas y venidas, por sus movimientos, sus emociones, sus
encuentros, en suma, por el empleo de su tiempo, ya que sospecha que ese ser
amado es capaz de organizar su pensamiento y su acción en torno de una esfera
ajena, en un medio de tentaciones donde se producirá el encuentro fatal con
algún pérfido seductor (o con alguna fatal seductora), cuyas maquinaciones
imagina.
Para el que experimenta celos,
todo consiste en poner de manifiesto los “falsos pretextos”; en suma, debe
develar la “comedia del amor” que se hace pasar por el amor verdadero: se trata
de de-senmascarar su impostura. Existe, pues, en los celos, la idea de algo
oculto que hay que investigar. Esto implica estar “en la cabeza” –y en la
libido– del otro en supuesto estado de disimulo crónico y organizar una serie
de hipótesis acerca de sus acciones. Los celos son una forma de especulación,
de exploración sin fin del “mundo de los posibles” (Proust). El celoso quiere
saber por todos los medios de los que dispone y que suscita (no carece de ingenio
en este campo) qué se trama en torno del objeto amado y lo que esta
persona-objeto puede urdir, aun a sabiendas de que esa acción puede dañar
profundamente sus intereses. De ahí el giro persecutorio: el celoso está
persuadido de que eso “recae” sobre él, pero participa activamente en la puesta
en escena fantasmática de ese gozo enemigo y obsceno. Está obsedido por la
traición, vía la infidelidad, y procura detectarla en su cortejo de mentiras,
tapujos y medias palabras. En suma, el celoso se halla mentalmente sobreocupado
con las acciones del otro, asediado por pensamientos de poder casi
alucinatorio.
Las confesiones de la supuesta
falta tienden a ser logradas ya sea delicadamente, por medio de lo que Proust
denominó con elegancia “charlas de investigación” (Marcel Proust, Albertine
Disparue), o por medio de enérgicos interrogatorios, durante accesos de ira
celosa orientados a hacer de-sembuchar, lo que Paul Bourget llama “ataques
agudos de celos” (Paul Bourget, Physiologie de l’amour moderne). En ese juicio
constante –juicio que puede ser “de las intenciones”, pero que para el caso
vale como de condena– se trata de hacer confesar el delito; el verdadero cargo
sería que el deseo de la (del) otra(o) se encontraría en otra parte; tarea
delicada pues es suponer que la sospechosa, o el sospechoso, sabe lo que él
desea... En última instancia se trata, para el celoso, de esclarecerlo acerca
de sus sentimientos ocultos, de hacerle reconocer de manera inquisitorial su
verdadero deseo que lo orienta hacia el otro.
Se advertirá, pues, la
combinación de la influencia posesiva y la fragilidad de la reivindicación: el
celoso es un propietario tanto más autoritario y dictatorial en la medida en
que experimenta el carácter precario y revocable de su posesión. También se ve
el contraste entre la certeza íntima de una expoliación afectiva, de la que
sería víctima, y la locura de la duda, de una incertidumbre erosiva. El apogeo
de ese goce mórbido radica en el momento de la confirmación: “¡Bien que lo
sabía!”. Busca el “flagrante delito” temiendo más que nada el descubrimiento de
su infortunio, lo que abre las compuertas a un “flagrante delirio”.
Finalmente, se notará que los
celos, lejos de reducirse al afecto, se orientan hacia el hecho mismo del
perjurio. El celoso se enfrenta a ese sismo simbólico de encontrarse frente a
otro cuya palabra deja de ser confiable y cuya promesa de fidelidad, proferida
o tácita, ya no se sostiene. De ese modo, los celos ponen de manifiesto el
engaño como acto de lenguaje. En la desconfianza que organiza la sospecha
celosa, el significante deja escuchar la des-confianza, señala la entrada en
crisis de los esponsales con el objeto amado.
Normales
La posición freudiana frente a
los celos comienza con esta comprobación: se trata de un afecto normal, o sea,
común. Hablar de “celos normales” no significa reducirlos a lo trivial o a
alguna norma: es arrancarlos al portaequipaje psiquiátrico de los celos
mórbidos y, al mismo tiempo, establecer sus rasgos, cuya exageración patológica
confirmará la morfología. Al hacer esto, Freud rompe claramente con la
reducción de los celos a una morbidez, punto de vista por lo demás vinculado
con una problemática médico-legal. Supera así el corte entre vivencia popular y
discurso docto para recolocar tranquilamente los celos en el centro de la vida
psíquica, de la que resulta uno de los rasgos más salientes.
Recordar que son un afecto normal
es significar que los celos no son reductibles a un capítulo de la
psicopatología. Los celos son un sentimiento en el cual, una parte es
consciente y la otra, inconsciente. El sujeto experimenta sus celos
directamente, a más no poder (incluso los vive a fondo), pero desconoce el
acontecimiento inconsciente que recubre ese afecto.
Incluso Freud va más a fondo: si
ese afecto de celos parece ausente, se debe a que habrá sido reprimido. Por lo
tanto, virtualmente, un ser desprovisto de celos no existe, pero siempre es
lícito sacarlos a la luz. Una pregunta, de paso: ¿cómo se expresan los celos
sin afecto consciente? Pues el celoso se siente como tal, experimenta a
sabiendas las ansias de los celos, angustias, en un clima de gran pavor y
horror. ¿A qué se parecen unos celos en estado reprimido, es decir, sin
vivencia consciente de estar celoso? Puede ser, como se verá, un afecto ciego,
de manera que un sujeto que no se siente necesariamente celoso puede actuar
como tal accionando, sin saberlo, los engranajes de los celos. Tal vez los
celos fríos sean los más virulentos y los que den la clave de los actos
enajenados.
Los celos como relación con el
objeto serían un correlato del duelo, con la idea de algo que le era debido al
sujeto, que le ha sido prometido y luego quitado con engaño. Duelo y celos son
reacciones normales en caso de pérdida, aunque el duelo viene luego de la
pérdida, mientras que los celos la anticipan. Quien experimenta el luto se
relaciona con un objeto perdido para siempre; el celoso se halla amenazado por
un duelo entrevisto y que comienza incesantemente, un duelo que él suscita y
crea. La tan flagrante rivalidad bien podría estar en segundo lugar en relación
con el duelo, con un duelo a repetición, puesto que en cada acceso de celos el
sujeto tiene la viva sensación de volver a perder su objeto.
El celoso reacciona ante la
pérdida entrevista; produce un duelo tanto activo como imaginario; confunde su
duelo (como otros su deseo) con la realidad. Hay que recordar el núcleo
depresivo del estado de celos, eclipsado por la violencia de su querulancia. En
el centro de los celos existe una denuncia: el sujeto deplora ser despreciado,
abandonado, rebajado en beneficio de un tercero al que hay que identificar.
Los celos adquieren todo su
alcance referidos al narcisismo o al amor a sí mismo. El yo se muestra herido
por los celos, los vive como humillación, con lo que esto implica de rebajamiento
e impotencia. Los celos son el correlato narcisista del riesgo de amar.
Los celos son, pues, una
autodeploración. El celoso clama su perjuicio y no deja de generar argucias
para sustentar ese sentimiento, para poner de alguna manera la realidad en
consonancia con ese sentimiento de pérdida perjudicial preexistente a la
defección del objeto. Contrariamente al héroe, que puede ser impunemente
traicionado, el celoso brama su infortunio como si padeciera una llaga
purulenta. Es un Narciso herido.
Pero, además, el celoso detesta
al otro, al supuesto detentador mediante engañifas de su objeto, al que le
infligió la herida. De hecho, la cólera se encuentra en el centro del afecto
celoso. Es su dimensión de odio, de resentimiento. Incluso el propio objeto
amado termina por ser detestado. Los celos contienen y revelan esta
ambivalencia visceral hacia el objeto, tanto detestado como amado, odiado
porque se lo ama. En efecto, existe odio en el centro de los celos. Este odio
celoso marca la “legítima defensa” del yo frente a sus intereses lesionados.
Esta vertiente violenta contiene
el germen de la agresión, incluso del llamado crimen pasional. Se advierte,
pues, que lo que “impulsa al crimen” es la furia ante la desposesión.
Hay otro rasgo, sin duda el más
oculto, pero que no debe desconocerse: el sujeto presa de los celos sospecha en
su fuero interno, junto al hecho de ser injustamente traicionado, haber tenido
algo que ver en su infortunio. Mientras inculpa hoscamente al otro, se siente
en alguna parte de sí mismo como responsable. Dicho de otra manera, en los
celos existe un fondo de autorreproche. Por lo menos es una autocrítica:
“¡Confiésate que en el fondo te lo buscaste!”, o, por lo menos, “¡No hiciste
todo lo que podías hacer para evitarlo!”.
Es una sensación tanto más
dolorosa en la medida en que es desconocida por el (la) interesado(a). El
sujeto celoso es reacio a confesarse su implicación; resulta sensible sobre
todo a las supuestas culpas del otro, lo que reprime a un segundo plano su
culpabilidad, tanto más torturadora en cuanto es tácita. Mejor aun: se puede
sospechar que esta autoculpabilidad desconocida es la que atiza el reproche. La
culpabilidad inconsciente (de sí mismo) se desarrolla a la sombra de la
culpabilización consciente (del otro). Digamos que el celoso se tortura al
torturar al otro infiel: ambos, él y el otro, se cuecen sobre las mismas
ascuas. En ese sentido, los celos fortalecen el vínculo en una dimensión
sadomasoquista. Se puede comprobar que en tales parejas los celos resultan el
medio masoquista más eficaz para establecer la vinculación. Se puede sentir
claramente la complacencia celosa, el placer logrado con el sufrimiento.
* Texto extractado de Lecciones
psicoanalíticas sobre los celos, de reciente aparición (Ed. Nueva Visión).
Superar los problemas con los celos con una
sana autoestima: Hay que comenzar por la raíz del problema; una baja
autoestima. Generalmente los celosos odian una parte de si mismos o se odian en
general, no se tienen aprecio bien por su condición social, como son, por su
físico… Lo que hay que hacer es cultivar el autoestima, cuanto más autoestima
sana tengas menos celoso serás. A parte de que debes madurar obviamente.
Tengo para ti un audiocurso de
varias horas muy especial que te ayudará y va enfocado a superar el problema
con los celos y es nuestro audiocurso: Como aumentar el autoestima. Te enseña a
aumentar el autoestima paso a paso, a valorarte y a hacer ejercicios que
aumentan muchísimo el autoestima. Son ya muchas las personas que incluso me han
llamado para agradecerme cuanto les ha cambiado la vida ese audiocurso.
Y ya no es solo por el hecho de mejorar
tu autoestima y superar tu problema con los celos, sino que tu vida en general
mejora. Porque la diferencia entre alguien que llega lejos y alguien que no no
es la habilidad que tenga en ello, sino lo que confíe en si mismo. Yo no me
considero una persona inteligente, ni especialmente habilidosa en nada, pero
confío en mi mismo una barbaridad y tengo una autoestima de oro, eso ha hecho
que haya conseguido todo lo que me proponga, por delante de millones de
personas que son más inteligentes que yo, tienen más habilidades que yo pero en
cambio no se quieren nada.
Piensa que tu vida mejorará
enormemente en todos los aspectos cuanto más autoestima le añadas y tu problema
con los celos será cosa del pasado.
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