Datos curiosos acerca de la Comida
¿Qué es la "slow food" o comida lenta?:
Alimentarse en el sentido de Slow Food significa comer con atención, en
especial valorando la calidad y, con ello, teniendo en cuenta la procedencia de
las materias primas y el modo de cocinarlas.
Slow Food surgió en Italia, cuando en 1986 se inauguró una
filial de la cadena de comida McDonald’s junto a la gran escalinata de la Plaza
España de Roma. Algunos periodistas de los diarios locales organizaron una
manifestación celebrando un largo festín para protestar contra la comida rápida
e industrial. Como réplica a la tendencia fast food (comida rápida), decidieron
que era necesario promover la lentitud en la comida, los productos naturales,
las recetas locales, y el deleite en el sentido del gusto, sin prisas. Uno de
sus objetivos es salvaguardar el patrimonio alimentario de la humanidad. El
movimiento se ha ido ampliando, y hoy está presente en más de 130 países de los
cinco continentes. En 2004, la FAO reconoció oficialmente a Slow Food como
organización sin ánimo de lucro e instauró con ella una relación de
colaboración.
El movimiento distingue a productores, procesadores,
comerciantes y gastrónomos que trabajan para comercializar los llamados
“alimentos y platos del Arca”, en alusión al Arca de Noé. Además, el
movimiento, con su fundación para la biodiversidad, trabaja en pos de la
conservación de la variedad de plantas cultivadas y animales de consumo.
¿Qué tipo de personas consumen más sal?: Los
individuos con un nivel socioeconómico más bajo consumen más cantidad de sal en
las comidas que los bien posicionados, según un estudio británico que publica
el último número de la revista médica BMJ Open. También es superior la ingesta
de sal en personas con bajo nivel educativo y que desempeñan profesiones que
implican trabajos manuales. Por lo tanto, estos sujetos son más propensos a
padecer hipertensión, infartos y ataques cardíacos, así como a ser víctimas de
fallos renales.
Los autores de la investigación atribuyen estas diferencias
a que la dieta de los grupos más desfavorecidos desde un punto de vista
socioeconómico incluye alimentos de baja calidad, ricos en sal y en grasas, así
como en calorías, además de insanos. El exceso de sal procede, en su mayoría,
de alimentos industriales y comidas procesadas.
Cuándo comes es tan importante como qué comes: Si
ganas o pierdes peso no solo depende de qué alimentos comes, sino también de
cuándo los comes. Científicos del Instituto Salk para Estudios Biológicos (EE
UU) han demostrado que mantener horarios regulares de las comidas e intercalar
períodos de ayuno puede contrarrestar los efectos adversos de una dieta alta en
grasas y prevenir la obesidad y la diabetes, además de mantener el hígado más
sano. Sus conclusiones se publican en la revista Cell Metabolism.
En sus experimentos, Satchidananda Panda y sus colegas
comprobaron que cuando a ratones con una dieta rica en grasas se les permite
comer durante solo 8 horas al día, ingieren tanta cantidad de alimento como los
que tienen acceso a la comida 24 horas, pero no desarrollan obesidad ni
enfermedades metabólicas. Además, los roedores con horarios de comida
restringidos muestran niveles de inflamación más bajos, y su hígado funcionaba
mejor. “Cada órgano tiene un reloj”, aclaran los investigadores, que aseguran que
hay momentos de máxima eficiencia de nuestros músculos, intestinos,
estómago..., así como horas del día en las que están prácticamente en reposo.
Estos ciclos metabólicos de los órganos del cuerpo resultan cruciales para la
ruptura del colesterol y la producción de glucosa, y deberían tenerse en cuenta
a la hora de decidir cuándo comer.
Según Panda, hay razones para pensar que nuestros patrones
de alimentación han cambiado mucho en los últimos años, ya que la gente tiene
acceso a los alimentos a cualquier hora, y la tendencia a trasnochar, incluso
si es solo para ver la televisión, se acompaña del hábito de “picar algo”. Para
comprender mejor la epidemia de obesidad, insiste el investigador, habría que
analizar no solo qué comen las personas sino cuándo comen.
¿Que alimentos nos ayudan a dormir a pierna suelta?:
Los antiguos egipcios utilizaban la cebolla para inducir el sueño, y lo cierto
es que no iban desencaminados. La cebolla, sobre todo si es roja o chalota,
contiene quercetina, una sustancia con efectos antioxidantes, antiinflamatoria
y sedante, que ayuda a conciliar el sueño. Un vaso de vino también puede ser
compañía recomendable antes de ir a dormir, ya que reduce la presión arterial y
el ritmo cardíaco sumiéndonos en un agradable estado de relajación.
Sin embargo, el mejor antídoto contra el insomnio ha
resultado ser el zumo de cereza. Según un estudio del Centro Médico de la
Universidad de Rochester (EE UU) publicado hace algún tiempo en la revista
Journal of Medical Food, esta bebida no reduce el tiempo que tardamos en
conciliar el sueño pero, una vez que estamos dormidos, aumenta su profundidad.
En una serie de experimentos, los científicos demostraron que los insomnes que
tomaban un vaso de zumo por la mañana y otro vaso dos horas antes de irse a la
cama, se despertaban menos durante la noche y amanecían más descansados.
¿Por qué la falta de sueño aumenta el apetito?: Un
equipo de biólogos estadounidenses ha logrado aislar genes que regulan el
conflicto sueño-hambre. El hallazgo, que aparece publicado en el último número
de Current Biology, arroja luz sobre cómo escoge el cerebro entre distintas
conductas claves para la supervivencia.
Estudios anteriores mostraban que los sistemas neuronales
que controlan el sueño y la alimentación en los mamíferos están
interconectados, de modo que la falta de sueño hace que tengamos ganas de comer
y el hambre quita las ganas de dormir. Sin embargo, se sabía poco sobre los
genes y bases neuronales de esta interacción.
Para encontrar una explicación, investigadores de la
Universidad de Nueva York y de la Universidad de Massachusetts examinaron a la
mosca de la fruta Drosophila melanogaster, que cuenta con genes similares a los
de los mamíferos para controlar el sueño, la vigilia y el metabolismo. En
primer lugar, los científicos determinaron que en las moscas la privación de
alimento les producía insomnio, lo que significa que la falta de comida afecta
sus conductas de sueño del mismo modo en que lo hace sobre el sueño de los
mamíferos.
Tras realizar un 'screening' inicial de 2.000 genes,
identificaron cerca de 12 genes implicados en la interacción entre alimentación
y sueño. Entre esta docena de genes, eligieron dos -Clock (Clk) y cycle (cyc)-
que juegan un papel en la regulación del reloj biológico de las moscas de la
fruta y que están también presentes en los mamíferos. Examinando a moscas de la
fruta con y sin los genes Clk y cyc en condiciones de privación de alimento,
demostraron que las moscas hambrientas que no tenían ambos genes dormían tres o
cuatro veces menos, en comparación con aquellas que sí poseían estos genes.
Así, los resultados demostraron que los genes ayudaban a conciliar el sueño en
condiciones de privación de la alimentación.
"Sabemos que el cerebro está conectado para realizar
más de dos acciones a la vez, pero era menos evidente el rol que los diferentes
genes jugaban en estas acciones", ha explicado Alex Keene, autor principal
del estudio.
¿Existen los alimentos con "calorías negativas"?:
Cuando para comer y digerir un alimento hace falta invertir más calorías de la
que ese alimento aporta, es frecuente decir que tiene “calorías negativas”. Es
el caso de las naranjas, el apio, el tomate, los espárragos y el pepino, entre
otros. También se estima que el un tallo de brócoli, que puede aportar en torno
a 25 calorías, consume 80 calorías de nuestro organismo cuando se ingiere. Sin
embargo, lo cierto es que el concepto de las calorías negativas no ha sido
probado científicamente, y de momento nada indica que se logre perder peso al
ingerir estos alimentos.
Según advierten los expertos, la única estrategia
científicamente probada para obtener un "balance negativo" en lo que
a calorías se refiere es llevar una dieta sana y equilibrada y aumentar el
consumo de calorías a través del ejercicio físico.
Cuatro alimentos que te ponen de buen humor: En el
año 2000, el psiquiatra Andrew Stoll, de la Universidad de Harvard (EE UU),
demostró que los ácidos grasos omega-3, presentes entre otros alimentos en las
nueces, tenían un efecto antidepresivo y estabilizaban el estado de ánimo. Y
unos años más tarde, una investigación de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Pittsburg determinó que personas saludables con un bajo nivel
sanguíneo de omega-3 tienen más posibilidades de tener ideas pesimistas y deprimirse
que quienes tienen valores normales de este ácido graso. Además, según un
estudio reciente de la Asociación Británica para el Manejo de la Ira, una dieta
rica en omega-3 nos permite gestionar mejor las situaciones estresantes, hasta
el punto de que reduce la hostilidad hacia los compañeros de trabajo y hasta
evita que gritemos a otros conductores mientras circulamos por zonas de tráfico
intenso.
Este ácido graso no es el único ingrediente con efectos
antidepresivos. La tristeza crónica también puede achacarse a bajos niveles de
aminoácido treonina, un desequilibrio que, tal y como demostraron hace poco
científicos del Princenton Brain Bio Institute, se puede combatir añadiendo a
la dieta un puñado de semillas de sésamo. Por otra parte, las pipas de calabaza
son ricas en zinc, un mineral que según la Academia Polaca de Ciencias mantiene
a las neuronas vivas y es necesario para convertir el aminoácido triptófano en
serotonina. A esto se suma que el azafrán también ha sido identificado como un
remedio natural contra la depresión en un estudio reciente de la Universidad de
Teherán, en Irán.
¿Hay alimentos que nos espabilan y comidas que nos relajan?:
Así es. Según Judith Wurtman, investigadora del Instituto de Tecnología de
Massachusetts (MIT), las proteínas de los huevos, la carne o el pescado aportan
al cerebro tirosina, un aminoácido que aumenta la producción de los
neurotransmisores que mantienen la mente alerta, concentrada y productiva
(dopamina y noradrenalina). Cuando caen los niveles de tirosina sufrimos apatía
y falta de motivación.
Si las proteínas consiguen espabilarnos y aceleran el
pensamiento, la relajación suele venir de la mano de los hidratos de carbono
(patatas, pasta, arroz, miel, plátanos, frutos secos, palomitas...). Estos
alimentos inducen la liberación de insulina, que elimina de la sangre casi
todos los aminoácidos excepto el triptófano, que ejerce un efecto calmante.
Según ha demostrado el marido de Judith, Richard Wurtman, un neuroendocrinólogo
que también trabaja en el MIT, el triptófano es la materia prima que usa el
cerebro para producir serotonina, el neurotransmisor del bienestar, que además
reduce el dolor y el apetito y ayuda a conciliar el sueño. Eso sí, tal y como
advierte Wurtman, hay que tener en cuenta que, si en el plato se mezclan
carbohidratos con proteínas, el efecto calmante de los primeros se anula.
Comer pescado nos vuelve más pacíficos: Según el
psiquiatra Joseph Hibbeln, el cambio de hábitos alimentarios puede hacer mella
en toda una sociedad. Sus estudios demuestran que la incidencia de depresión
severa, e incluso de homicidios, es mucho menor en los países donde se consume
mucho pescado, como Japón, especialmente si es rico en omega-3 (el salmón, la
sardina, el atún y la caballa). “El omega-3 aumenta la producción de
serotonina, la hormona del bienestar. Por eso, la violencia pandémica en la
sociedad occidental podría estar relacionada con la alimentación”, señala el
especialista norteamericano, haciendo alusión a que consumimos mucha carne y
poco pescado. Varios estudios han respaldado sus hallazgos.
El omega-3 del pescado también actúa como antídoto contra el
estrés. Una investigación de la Universidad de Lausana, en Suiza, concluyó que
tomar suplementos diarios de esta sustancia durante tres semanas reducía drásticamente
la fabricación de hormonas relacionadas con el estrés, sobre todo de cortisol y
adrenalina. La Asociación Británica para el Control de la Ira sostiene que una
dieta abundante en este ácido graso poliinsaturado reduce la hostilidad hacia
los compañeros de trabajo y hasta evita que gritemos a otros conductores.
¿Comer helado combate el mal humor?: Según un
estudio reciente del Centro Médico de la Universidad de Maryland, los helados
contienen triptófano, un aminoácido que nos calma y reduce la agresividad,
aumentando la producción de serotonina (la hormona del bienestar). Eso ayuda a
combatir el estrés, a relajarnos y a dormir mejor.
Por otro lado Jane Jakubczak, dietista de la Universidad de
Maryland, ha demostrado que elegimos ciertos alimentos según nuestro estado de
ánimo, guiados por lo que se conoce como el “apetito emocional”. Cuando estamos
contentos, tendemos a optar por un gran filete de carne a la parrilla o una
pizza; la sensación de tristeza nos impulsa a comer helados y galletas; y ante
el aburrimiento, solemos atiborrarnos de patatas fritas.
¿Es recomendable comer chocolate para hacer deporte?:
Un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San
Diego (EE UU) que publica la revista Clinical y Translational Science demuestra
que el cacao puro puede aumentar la capacidad de hacer ejercicio físico.
Concretamente, los investigadores trabajaron con pacientes
que habían sufrido daños en las mitocondrias del músculo esquelético. Las
mitocondrias son responsables de producir energía en las células, y suelen
verse alteradas en diabéticos y en personas con fallo cardíaco. Estos pacientes
suelen acusar falta de energía física y fatiga, dificultad para respirar y
caminar, etc.
Los participantes en el experimento consumieron barras de
chocolate negro con contenido extra de epicatequina, un flavonoide natural
propio del cacao. Después de tres meses, las biopsias de sus músculos mostraron
incrementos importantes en el número de mitocondrias, que además tenían más
crestas en su interior, un indicador del aumento de eficiencia a la hora de
producir energía para abastecer a las células.
El sabor del chocolate líquido depende del color de la taza:
Una taza de chocolate caliente sabe mejor en un recipiente de color crema o
naranja que en un vaso blanco o rojo, según un estudio realizado por
científicos de la Universidad Politécnica de Valencia y la Universidad de
Oxford.
“El color del recipiente donde se sirven los alimentos y las
bebidas puede realzar algunos de sus atributos, como el sabor o el aroma”,
explica a la agencia SINC Betina Piqueras-Fiszman, coautora del estudio. La
científica, junto a su colega Charles Spence de la Universidad de Oxford (Reino
Unido), lo ha comprobado en el caso del chocolate líquido.
La pareja planteó un experimento donde 57 participantes
tenían que evaluar muestras de chocolate caliente servido en cuatro tipos de
vasos de plástico, del mismo tamaño pero de diferente color: blanco, crema,
rojo y naranja. Los resultados, que publica la revista Journal of Sensory
Studies, revelan que el sabor del chocolate servido en los vasos naranja y
color crema gustó más. Sin embargo, el dulzor y el aroma apenas se vieron
influidos por el color de la taza.
Según el estudio, estos resultados son relevantes para los científicos
interesados en comprender como el cerebro integra la información visual, no
solo de la propia comida, también del recipiente o el envase en el que se
consume.
En el mismo artículo se repasan las conclusiones de otros
estudios anteriores que también confirman el efecto del recipiente sobre las
características sensoriales de la bebida o el alimento. Los ejemplos son
numerosos: desde latas más amarillas para percibir mejor el sabor a limón,
hasta vasos de refresco que si están pintados de colores fríos, como el azul,
parecen saciar mejor la sed que si el tono es cálido, como el rojo. Y si son
rosas, el líquido incluso se nota más azucarado.
Comer y beber demasiado nos hace perder horas de vida:
En este trabajo Spiegelhalter ha querido encontrar una manera sencilla de
comunicar el impacto de nuestro comportamiento en la esperanza de vida y para
ello ha utilizado una nueva medida a la que ha denominado ‘microvida’ y que
define como media hora de esperanza de vida: “Equivale a una millonésima de
vida después de los 35”, explica.
Usando datos de diversos estudios de población,
Spiegelhalter estima que perdemos una ‘microvida’ cada vez que fumamos dos
cigarrillos, por tener cinco kilos de sobrepeso, al beber una segunda o tercera
copa en un día, si optamos por ver durante dos horas la televisión o nos
comemos una hamburguesa. Por el contrario, se pueden ganar ‘microvidas’ no
tomando más de una bebida alcohólica al día, comiendo abundante fruta y
vegetales y haciendo ejercicio, añade.
Según Spiegelhalte, los factores demográficos también pueden
expresarse en ‘microvidas’. Por ejemplo, solo por ser mujer se ganan cuatro
‘microvidas’ al día en comparación con los varones; y los hombres suecos tienen
21 'microvidas' más al día que los rusos. Vivir en 2010 en vez de 1910 supone
una ganancia de 15 ‘microvidas’ diarias.
¿Qué pasa si mezclamos comida con medicamentos?:
La mayoría de los prospectos de los fármacos que tomamos nos informan de sus
efectos secundarios, pero pocas veces explican cómo interactúan con las
comidas. En general la comida no disminuye la eficacia del medicamento, aunque
en algunos casos este efecto puede producirse, o incluso puede haber otras
consecuencias indeseables.
La Fundación Española del Corazón hace algunas
recomendaciones sobre con qué alimentos acompañar, o no, determinados fármacos.
Por ejemplo, el ácido acetil salicílico, presente en la aspirina, se debe tomar
con las comidas, ya que puede irritar el estómago. Por otro lado, los pacientes
con problemas de corazón que toman fármacos cardiológicos deben tener cuidado
con el zumo de pomelo, ya que altera el pH del intestino delgado y puede
favorecer la toxicidad del medicamento. Y en el caso de las pastillas para
evitar la tensión alta, también hay que estar atento: si los fármacos pertenecen
al grupo IECAs, conviene evitar los sustitutos de la sal que contengan potasio,
ya que estos medicamentos interfieren con la correcta eliminación del mineral.
Los anticoagulantes son otro grupo de medicamentos que se
prescriben a muchas personas. Los expertos recomiendan que en esos casos hay
que evitar el consumo excesivo de brócoli y coles de bruselas, la papaya, el
ajo el jenjibre, el regaliz, el hígado de vaca y el té verde, ya que pueden
reducir el efecto de la pastilla. Por otro lado, el consumo de alcohol puede
potenciar la acción anticoagulante en el caso de que este contenga
acenocumarol.
Además, hay que recordar que no conviene abusar de los
fármacos. Por ejemplo, la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria ha alertado
de que más de 8,5 millones de españoles ingieren dosis diarias de ibuprofeno
más altas de las recomendadas. Mientras que para los dolores de cabeza leves o
moderados bastaría una dosis de 400 miligramos, el 80 por ciento de las
unidades dispensadas por las farmacias son de 600 miligramos. Los expertos
explican que los efectos secundarios y el riesgo de sufrir un accidente
cardiovascular aumentan cuando se incrementa la dosis de este medicamento.
¿Lo que comemos depende de quién se sienta con nosotros a la
mesa?: Etimológicamente, los expertos sugieren que la palabra
"compañero" procede de los términos latinos comedere y panis, y por
tanto alude a "quienes comen o comparten el mismo pan". Ahora un
estudio de la Universidad Mcmaster (EE UU) revela que nuestros compañeros de mesa
a la hora del almuerzo o de la cena nos condicionan a la hora de escoger qué
comemos. Concretamente, según Meredith Young, coautora de la investigación, las
mujeres suelen pedir alimentos bajos en calorías cuando comen en un grupo con
presencia de uno o más hombres. Esto se debe a que, por lo general, las
elecciones a la hora de alimentarnos están condicionadas por la percepción que
otros tienen de nosotros. Y las raciones más pequeñas y sanas se consideran más
femeninas, por lo que las mujeres “se sienten más atractivas si comen menos
calorías en presencia masculina”, afirma la investigadora en la revista
Appetite.
En cuanto a los hombres, el estudio concluye que la elección
del plato no se ve afectada ni por el número de acompañantes ni por su género.
Comida para inhalar: David Edwards, profesor de la
Universidad de Harvard ha creado en su laboratorio Le Whaf, un dispositivo con
forma de pecera que permite inhalar una tarta de limón o cualquier otro sabroso
alimento sin necesidad de ingerirlo. El resultado es lo que él llama una “nube
de sabor”: microgotas que forman bocanadas de humo y al respirarse ofrecen una
completa experiencia de sabor sin necesidad de consumir ni una sola caloría.
No es el primer trabajo del investigador de Harvard en esta
línea. En 2009, Edwards inventó Le Whif, un original inhalador de chocolate que
lanzó a la venta con el eslogan “tan dulce como el chocolate, tan ligero como
el aire”. El éxito fue inmediato: tras lanzar el producto en el mes de abril,
vendió 25.000 unidades en un solo mes, agotando todas sus existencias.
Ahora ha decidido usar el mismo dispositivo para
comercializar vitaminas inhalables con tres formatos: té verde antioxidante, té
de vino antienvejecimiento con resveratrol y té de hibiscus multivitamínico.
“Se respira y se absorbe en la boca, sin llegar al tracto digestivo, de modo
que una mayor concentración de vitaminas y suplementos alcanza el torrente
sanguíneo”, defiende su creador, que también ha desarrollado café inhalable,
otro gran éxito comercial en Francia, Japón y Estados Unidos.
La adicción a la comida y el acaparamiento compulsivo son las
nuevas enfermedades mentales: La adicción a la comida y el
acaparamiento compulsivo se consideran nuevas patologías, según la quinta
edición del Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Enfermedades Mentales
(DMS, por sus siglas en inglés). Entre las modificaciones del conocido manual,
que acaba de revisar la Asociación Psiquiátrica Estadounidense (APA) después de
veinte años para incluir los hallazgos científicos más recientes, también
destaca la exclusión de la lista de trastornos mentales de la adicción a las
relaciones sexuales (o trastorno hipersexual), de la adicción a jugar en
Internet y de la transexualidad (o trastorno de identidad de género). Así
mismo, deja de considerarse el duelo por la muerte de un ser querido durante
menos de dos meses como trastorno depresivo.
Por otro lado, la nueva versión del manual incluye el
Trastorno de Desregulación Disruptiva del Estado de Ánimo (DMDD) con el cual se
diagnosticará a niños que "tres o más veces a la semana exhiben episodios
frecuentes de irritabilidad, arrebatos y berrinches durante más de un
año". De este modo esperan evitar el excesivo (y errado) diagnóstico de
casos de trastorno bipolar en la infancia.
En cuanto al trastorno conocido como acaparamiento
compulsivo, los psiquiatras aseguran que “ayudará a caracterizar a los
individuos con dificultad persistente para deshacerse de pertenencias y objetos
que carecen de valor.” Un problema que suele afectar a la estabilidad
emocional, a las relaciones sociales y a las finanzas de quienes lo padecen.
El manual también unifica las categorías de abuso de
sustancias y dependencia de sustancias, además de ampliar los criterios para
diagnosticar un trastorno del aprendizaje, incluyendo todas las anomalías que
interfieren con la adquisición del lenguaje y su uso oral, escrito o destinado
a expresar conceptos matemáticos.
Otro cambio importante en el DSM-5, apodado “la Biblia de la
Psiquiatría”, es que los términos “autismo” y “síndrome de Asperger”
desaparecen, y son englobados bajo un nuevo término: trastorno del espectro
autista. El objetivo, dicen los expertos, es diagnosticar de forma más precisa
a los niños que padecen la enfermedad.
Confirmado: la comida rápida y la depresión van de la mano:
Un estudio liderado por científicos de dos universidades españolas ha puesto de
manifiesto una vinculación entre la alimentación basada en la comida rápida y
el riesgo de sufrir estados depresivos. La investigación se ha publicado en la
revista Public Health Nutrition.
Bollos industriales, hamburguesas, perritos calientes,
pizza... Como explicaba una de las autoras del estudio, Almudena
Sánchez-Villegas, a la agencia de noticias científicas SINC, "cuanta más
comida rápida se consume, mayor es el riesgo de depresión", lo que indica
no solo una vinculación cualitativa sino también cuantitativa. Y es que de
hecho, según los datos manejados por los científicos, quienes consumen comida
rápida presentan un incremento del riesgo de desarrollar depresión del 51 por
ciento mayor respecto a aquellos que no se alimentan de este tipo de comida.
Dos han sido los estudios que han certificado este vínculo.
En un primer análisis publicado el pasado año en al revista PLoS One se
analizaron 12.059 personas durante seis años, cuantificándose un incremento del
riesgo de depresión del 42 por ciento. En este nuevo trabajo realizado sobre
8.964 personas que nunca habían tenido depresión, dentro del proyecto de
Seguimiento Universidad de Navarra, los resultados han sido todavía más
extremos. Como apuntan los resultados entre todos los participantes en el
análisis, al cabo de una media de seis años, 493 fueron diagnosticados de
depresión o comenzaron a tomar antidepresivos. O lo que es lo mismo, un incremento
del 51 por ciento respecto a quienes no tomaban comida rápida.
Según el análisis, quienes ingerían más bollería industrial
y comida rápida son más propensoa a
estar solteros, ser menos activos y tener un "patrón dietético peor"
apuntan desde SINC. Además, según los investigadores, el consumo de tabaco y el
mayor volumen de trabajo eran otras características destacadas de las personas
que consumían más comida de este tipo.
Ante estos alarmantes datos la profesora Sánchez-Villegas,
de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria es tajante "aunque son
necesarios más estudios, debería controlarse el consumo de este tipo de
alimentos debido a su implicación en la salud, tanto física como mental".
¿Cuántas veces es recomendable masticar la comida?:
Hasta 40 veces, según sugiere un reciente estudio de la Universidad de Iowa (EE
UU). La razón es que masticar con insistencia los alimentos antes de tragarlos
reduce la cantidad que comemos, porque disminuye el hambre y el
"deseo" que nos hace devorar más de lo que necesitamos. Además, al
comer despacio aumentan los niveles de CCK, una hormona relacionada con la
saciedad, y se reduce la concentración de grelina, la hormona que estimula el
apetito en el cerebro.
Para llegar a esta conclusión, James Hollis y sus colegas
pidieron a varios voluntarios que comieran pizza, la mitad masticando cada
bocado 15 veces y la otra mitad 40 veces. Además de reducir la “gula” al
masticar, en el segundo grupo los investigadores observaron que se favorecía la
absorción de nutrientes durante la digestión.
Los fines de semana comemos más y peor: Si estás a
dieta y tienes la sensación de que durante el fin de semana pierdes menos peso,
estás en lo cierto. Según un estudio de la Escuela Médica de la Universidad de
Washington (EE UU), comemos más cantidad de alimentos los fines de semana que
durante los días laborables, lo que unido a la tendencia a reducir el nivel de
ejercicio físico durante el sábado y el domingo hace que dejemos de perder
tanto peso como esperábamos.
Por otra parte, un estudio publicado hace poco en la revista
Appetite revelaba que dos de cada tres adultos españoles comen fruta en el
almuerzo y la cena solamente de lunes a viernes, pero dejan de consumirla al
llegar el fin de semana. A esto se suma que en el fin de semana tendemos a
saltarnos el equilibrio recomendado por la "pirámide alimenticia".
Concretamente, otra investigación dada a conocer en la publicación Journal of
Public Policy & Marketing desvelaba que consumimos más alimentos ricos en
caloría, sobre todo grasas, desde la noche del viernes hasta el domingo.
¿Por qué no nos atrae la comida azul?: Los
consumidores prefieren los alimentos y las bebidas de color rojo, naranja y
amarillo, y rechazan los colores sintéticos que no se encuentran de forma
natural en el mercado. Así se desprende de una encuesta realizada por el grupo
Nielsen entre 5.000 sujetos de diez países (Estados Unidos, México, Brasil,
Reino unido, Francia, Polonia, Rusia, India China y Australia).
De hecho, la comida de color azul o morado genera cierto
rechazo, incluidas las gominolas, los caramelos y las bebidas y licores que son
coloreados artificialmente con esta tonalidad. Los blancos y los verdes, sin
embargo, sí suelen funcionar bien, algo que tiene muy en cuenta la industria
alimentaria a la hora de seleccionar colorantes. Los expertos sugieren que uno
de los motivos del rechazo al azul es que en las comidas naturales pueden ser
indicadores de que un alimento, por ejemplo la carne, se encuentra en mal
estado, es tóxico o tiene hongos, lo que implica que no nos sentará bien.
Por otra parte, un estudio reciente publicado en la revista
Journal of Consumer Research revelaba que el color de los alimentos influye en
la percepción del sabor de los alimentos. En experimentos en los que se
mantenía la dulzura de un zumo de naranja pero se alteraba su color, los
investigadores observaron que cuanto más intenso era el color naranja más dulce
percibían los sujetos su sabor.
Comer menos mantiene el cerebro joven: Un equipo
de investigadores italianos de la Universidad del Sagrado Corazón en Roma (Italia) ha descubierto una molécula llamada
CREB1 que se activa en el cerebro de ratones sometidos a una dieta baja en
calorías. Según publican hoy Giovambattista Pani y sus colegas en la revista
Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), la molécula activa a su
vez a genes ligados a la longevidad y al buen funcionamiento del cerebro.
“Nuestra esperanza es encontrar un modo de poner en funcionamiento a CREB1, por
ejemplo a través del fármacos, para mantener el cerebro joven sin necesidad de
llevar una dieta tan estricta como la que siguen los roedores”, explica Pani.
Y es que la restricción calórica de los animales sometidos a
los experimentos implica que solo pueden comer un 70% de lo que ingieren normalmente.
En estas condiciones, los ratones no sufren ni obesidad ni diabetes, tienen un
mayor rendimiento cognitivo y mejor memoria, aumentan su capacidad de
aprendizaje y son menos agresivos. Tampoco desarrollan alzhéimer a edades
avanzadas o lo hacen con síntomas menos severos que los que se alimentan de
manera normal. “Hay una relación entre las enfermedades metabólicas y el
declive en las capacidades cognitivas”, concluyen los científicos.
Y todo gracias a CREB1, que entre otras cosas activa a unas
proteínas llamadas sirtuinas, que parece tener parte del secreto de la fórmula
de la “eterna juventud”. Eliminando la molécula CREB1, sin embargo, todos los
beneficios de la restricción calórica se esfuman. “Hemos identificado al
mediador clave de los efectos de la dieta sobre el cerebro”, añade Pain.
El sabor salado no es igual para todos: Los
alimentos bajos en sal pueden saber más salados a unas personas que a otras.
Así lo indica una investigación realizada por científicos de la Universidad
Estatal de Pensilvania (EE UU) y publicada en la revista Physiology &
Behavior, que señala cómo la genética tiene su parte de influencia en la
cantidad de sal que nos gusta en los alimentos.
La investigación contó con 87 participantes, de 20 a 40
años, que degustaron alimentos salados a lo largo de varias semanas. La
intensidad del gusto fue tasada en una escala de uso común entre los
científicos, que oscila entre una sensación apenas detectable y la sensación
más intensa, sea cual sea su tipo.
"A la mayoría de nosotros nos gusta el sabor de la sal.
Sin embargo, algunas personas toman más sal porque les gusta más el sabor de
las comidas saladas y también porque la necesitan para disimular otros sabores
desagradables de las comidas”, afirma John Hayes, autor principal del estudio .
"Los supercatadores, personas que experimentan el gusto de una forma más
intensa, consumen más sal que quienes no tienen tan desarrollado el sentido del
gusto. El sabor predominante de los aperitivos es el salado y, al menos en
estas comidas, cuanta más sal mejor, por lo que parece que este tipo de comidas
gusta más a los supercatadores", continúa.
No obstante, estas personas también necesitan niveles más
altos de sal para ocultar los sabores amargos y desagradables de alimentos como
el queso. “El queso es una combinación fantástica de sabores lácteos por la
leche fermentada y de sabores amargos por la maduración que se disimulan con la
sal. Un supercatador encuentra desagradable un queso con bajo contenido en sal
porque destaca más el sabor amargo”, subraya Hayes.
Las dietas con un alto contenido en sal pueden aumentar el
riesgo de padecer hipertensión arterial y los accidentes cerebrovasculares.
Actualmente en algunos países como EE.UU. se consume el doble o el triple de la
cantidad de sal recomendada para la salud. ?Por eso John Hayes aconseja reducir
la ingesta de sal leyendo las etiquetas de los alimentos y buscando productos
que contengan menos de 480 miligramos de sodio por ración.
Los supercatadores
“Los supercatadores describen los alimentos amargos como
extremadamente amargos, mientras que otras encuentran esos mismos componentes
amargos insípidos o solamente un poco amargos. Las personas que perciben más el
sabor amargo también perciben más el sabor salado de la sal de mesa, el sabor
dulce del azúcar de uso común, el sabor picante de la guindilla y el cosquilleo
que producen las bebidas con gas”.
Según Hayes, es como si los supercatadores vieran la
alimentación en colores vivos, mientras que los demás la ven en color pastel.
“Las personas con el sentido del gusto poco desarrollado es más probable que
añadan más sal a las comidas en la mesa porque necesitan más cantidad para
percibirla con la misma intensidad que un supercatador. Sin embargo, la mayor
parte de la sal que consumimos proviene de la que se añade a las comidas
preparadas y no del salero”, concluye.
Para adelgazar, piensa en comida: Un grupo de
científicos de la Universidad Carnegie Mellon (Pittsburgh, EE UU) ha
descubierto que ante el deseo de comer chocolate y dulces, la acción de
imaginarse tomando grandes cantidades de estos productos puede ser suficiente
para calmar el apetito, según publica la revista Science.
En una serie de experimentos, los investigadores comprobaron
que si uno se imagina un bombón de chocolate o un trozo de queso y se visualiza
degustando cada bocado, masticando y tragando, normalmente come menos cuando, a
continuación, le ofrecen el alimento real. El efecto se explica por el fenómeno
de la habituación, que hace que mientras para la mayoría de la gente el primer
bocado de cada comida es el mejor, a medida que seguimos ingiriendo el alimento
cada bocado resulta menos atrayente que el anterior. La doctora Carey Morewedge
y sus colegas han comprobado que la imaginación puede ser suficiente para que una
persona se habitúe a los alimentos y, por tanto, para que a la hora de
consumirlos de verdad ya no despierten el mismo interés. Una estrategia
interesante a tener en cuenta para aquellos que intentan perder peso.
“Hasta cierto punto, la mera imaginación de una experiencia
es un sustituto de la experiencia real. La diferencia entre imaginar y
experimentar puede ser más pequeña de lo que se suponía”, subraya Joachim
Vosgerau, coautor del estudio.
Comida recién salida de… la impresora: Científicos
del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) han inventado una “impresora
personal de alimentos”. Bautizado como Digital Fabricator, el nuevo dispositivo
almacena y refrigera ingredientes, los combina, los cocina y los “imprime” a
gusto del consumidor. Y mientras vierte cada contenido en “cabezales” de
impresión independientes puede enfriarlos o calentarlos. Y todo con una
precisión milimétrica.
Los investigadores aseguran que el nuevo proceso de
"cocina por impresión" lleva a la industria de la alimentación hasta
la era digital, y que permitirá desarrollar nuevas texturas y sabores hasta
ahora imposibles de obtener con las técnicas tradicionales. Además, los
usuarios del aparato podrán controlar el valor nutricional exacto y la calidad
de cada comida que preparan gracias a una pantalla táctil en la que pueden
escoger parámetros como el contenido de carbohidratos y grasas. Y, por
supuesto, contabilizar las calorías. Por si fuera poco, con este dispositivo la
comida se fabrica capa a capa, lo que también ofrece interesantes posibilidades
estéticas.
La Digital Fabricator dispone de conexión a Internet para
proporcionar al consumidor todos los datos del origen, cualidades, valor
nutricional y sabor de cada ingrediente que utiliza. Además, el dispositivo
está programado para sugerir al “chef” un ingrediente alternativo cuando se
gasta alguna materia prima.
¿Comprar comida en envases pequeños nos hace engordar?:
En teoría, los paquetes de snacks de 100 calorías han sido concebidos para
ayudarnos a combatir el sobrepeso y la obesidad. Pero un estudio publicado en
la revista Journal of Consumer Research sugiere que tienen el efecto contrario.
Es más, consumir patatas fritas en paquetes pequeños puede hacernos comer
exactamente el doble que si optamos por los paquetes grandes.
Además, las personas que consumen aperitivos en envases
pequeños dudan menos antes de abrir un nuevo paquete. Según los autores, todo
apunta a que la distribución de los alimentos en porciones reducidas hace que
nos “autoengañemos” y seamos más indulgentes con el consumo de calorías.
Si además abrimos estos snacks delante de la “caja tonta”,
el efecto se agrava. Según publicaba hace poco la revista Archives of Internal
Medicine, sentarse frente a la televisión más de cinco horas al día potencia el
sobrepeso. La buena noticia es que reduciendo a la mitad el consumo televisivo
se pueden quemar en torno a 120 calorías más por término medio cada día.
¿Por qué la comida picante nos hace sudar?: La
capsaicina presente en la pimienta picante, la cayena, la mostaza de Dijon, el
chile, el tabasco y la páprika, entre otras sustancias, estimula los receptores
de calor y dolor de la epidermis, provocando así una irrigación sanguínea más
intensa y una fuerte sensación de quemazón en la boca. El cerebro "engañado"
cree que la temperatura corporal está aumentando peligrosamente, y pone en
marcha los mecanismos necesarios para evitarlo, entre ellos el sudor y la
dilatación de los vasos sanguíneos (que causan el rubor).
La parte positiva es que la capsaicina, a concentraciones
adecuadas, también favorece en el cerebro la producción de endorfinas, que son
moléculas que promueven la sensación de bienestar.
¿Cuál es la máxima cantidad de comida que cabe en el
estómago?: El estómago es un órgano elástico que da mucho de sí.
Cuando está vacío, tiene un volumen de unos 50 ml, pero puede dilatarse 80
veces y almacenar hasta 4 litros de alimentos. Si una persona insiste en
ingerir más, puede acabar vomitando.
El tiempo de permanencia de la comida depende de su
composición. Mientras que el agua y la sopa apenas se detienen, otros líquidos,
como la leche, se quedan un rato. El pan y la carne son expulsados al cabo de 2
ó 3 horas, y las grasas, a las 7 u 8. Así, la panza se llena a tope con
raciones de fast food.
Comer chocolate en el desayuno ayuda a adelgazar:
Un estudio de la Universidad de Tel Aviv ha demostrado que tomar dulces,
incluído chocolate, como parte de un desayuno equilibrado de 600 calorías en el
que también se incorporen proteínas y carbohidratos puede ayudar a perder peso.
La clave, dicen los investigadores, es ser “indulgentes” por la mañana, cuando
el metabolismo corporal es más activo y somos capaces de quemar las calorías
"extra" a lo largo del día. Si evitamos del todo los dulces se puede
crear una adicción psicológica a largo plazo. Pero añadiendo postres al
desayuno evitamos los antojos el resto del día, concluyen los científicos en la
revista Steroids.
En un experimento llevado a cabo a lo largo de varias
semanas con casi doscientos sujetos obesos adultos, hombres y mujeres, que
debían someterse a dieta, los autores del estudio comprobaron que los que
incorporaban galletas o chocolate a su primera comida del día adelgazaban más y
mantenían por más tiempo la pérdida de peso. En concreto, mientras la mitad del
grupo ingería una dieta baja en carbohidratos con un desayuno de solo 300
calorías, la otra mitad de los participantes desayunaba un total de 600
calorías, con alimentos ricos en proteínas y carbohidratos, incluyendo un trozo
de pastel de chocolate. Aunque al principio todos perdían el mismo peso, a la
larga (en 32 semanas) el segundo grupo perdió una media de 18 kilos más.
El desayuno es la comida que más eficientemente controla los
niveles de grelina, la hormona responsable del hambre voraz, explica Daniela
Jakubowicz, coautora del trabajo. Aunque habitualmente los dietistas aconsejan
abandonar el consumo de dulces para perder peso, los investigadores israelíes
señalan que eso no es necesario en el desayuno. Suprimirlos por completo
aumenta incluso los deseos de ingerir esos alimentos.
Comer con los ojos: Todos reconocemos que la
presentación de las comidas, el aspecto de los alimentos y en particular el
color de los mismos desempeña un papel esencial a la hora de su aceptación y
disfrute. Un amigo, miembro de la directiva de la asociación de padres de un
colegio, me contó que a la hora de aprobar los menús ofrecidos a los alumnos
tuvieron que ir matizando progresivamente, y donde en un principio anunciaban
“helado de chocolate” pasaron a escribir “helado sabor chocolate” y terminaron
el curso declarando “helado color chocolate”. El sentido de la vista es
determinante a la hora de apreciar un alimento. Un ejemplo: en una exposición
del Museo de las Ciencias de Valencia en colaboración con el Exploratorium de
San Francisco en la que se presentaba una máquina expendedora de caramelos de
distintos colores, se preguntó a los asistentes el sabor de los mismos. La
mayor parte optó por decir que los verdes eran de menta, los amarillos de limón
y los rojizos de fresa, aunque en realidad no se trataba de esos sabores.
De ahí nace la importancia de una “cata ciega”, como la que
hizo Dom Pérignon para escoger las mejores uvas para el champagne. Así, aunque
el vino resultante fue blanco, una de las variedades que había seleccionado era
la tinta Pinot Noir. El secreto para obtener un caldo pálido consistía en no
dejar que la piel de las uvas desprendiese sus taninos al mosto. Pero la
realidad es que no nos gusta comer sin mirar, entre otras cosas porque la
visión del alimento estimula el deseo de consumirlo, de tal modo que hemos
llegado a crear la expresión “comer con los ojos” para esa situación de
apetencia que se traduce en la secreción salivar y en un hacérsenos la boca
agua. Los perros de Pavlov sabían mucho de esto.
La trascendenciadel color y el aspecto general de una comida
se manifiesta en lo que se refiere tanto a los alimentos frescos como a la
presentación de los platos. Ese es el motivo que explica que los escaparates de
pastelerías, fruterías, pescaderías y otras tiendas de comestibles se cuiden e
iluminen adecuadamente, y que se nos presenten con orgullo orgullo en el
restaurante la paella antes de repartirla o el cochinillo y el pavo asados
antes de trincharlos. La nueva cocina cuida especialmente el emplatado, de modo
que la composición que se forma para presentar al comensal termina siendo una
obra de arte en sí misma. Eso sí, hay que reconocer que muchas veces se hace
con escaso gusto y menos creatividad.
Estamos acostumbrados a que el color sea un indicador de la
calidad de un producto. Los alimentos tienen su color, y nuestra memoria los
mantiene asociados, de modo que una desviación al respecto es normalmente
motivo de rechazo. El salmón salvaje tiene la carne rosada porque se alimenta
de pequeños crustáceos marinos que contienen determinados pigmentos, como la
astaxantina y la castaxantina, responsables del color rojo de la mayoría de
ellos. Los primeros salmones que se hicieron en piscifactoría eran alimentados
con piensos, y su carne resultó de una tonalidad blanca grisácea, lo que fue
rechazado por los consumidores. Por ello, en la alimentación de estos peces de
cultivo se introducen ahora los citados pigmentos obtenidos sintéticamente, con
lo que se logra el color deseado. Está claro; la experiencia del mercado dice
que el público prefiere el salmón de color rojizo intenso.
La identificación de colores res con alimentos hace que
éstos hayan prestado sus nombres para definir aquéllos, y así decimos amarillo
limón, anaranjado, color berenjena, rojo como un tomate, color fresa, verde
pistacho y así sucesivamente. Por ello, las verduras nos gustan verdes. Como
todos sabemos, ese color se debe a la presencia de clorofila, un pigmento que,
entre otras cosas, permite a las plantas realizar la fotosíntesis y elaborar
azúcares con dióxido de carbono, agua y la luz del sol. La molécula de
clorofila tiene en su centro un átomo de magnesio que puede ser sustituido por
un ión hidrógeno si colocamos la verdura en un medio ácido. Si la calentamos
durante cierto tiempo, pueden romperse algunas células y liberar ácidos
orgánicos, que son los responsables de que se pierda el color verde. Si
queremos evitarlo debemos cocer poco tiempo y hacerlo con el recipiente
destapado para que se evaporen en parte los ácidos liberados. Así se consigue
que los átomos de magnesio sigan en su sitio. Por supuesto, añadir una
sustancia que pueda neutralizar los ácidos producidos también funcionaría. Por
ello, hay quien sugiere que se agregue una pizca de bicarbonato sódico en la
cocción de las verduras, aunque esto afecta al aroma y a la textura, además de
destruir la tiamina –vitamina B1–, presente por ejemplo en los guisantes.
El color de los alimentoscrudos se debe, como se ha visto, a
la presencia de pigmentos naturales, una categoría en donde además de la
clorofila están los carotenoides, que son amarillos, naranjas y rojos-como los
citados astaxantina na y castaxatina, o la xantofila–, y son responsables del
color de las zanahorias, y las antocianinas, que varían entre el rojo y el azul
de las coles lombardas, cerezas, uvas, fresas y manzanas. Otros pigmentos
famosos son la hemoglobina de la sangre, la mioglobina de los músculos, o la
betanina, propia de la remolacha roja. Los alimentos cocinados deben su color a
pigmentos que aparecen por reacciones químicas durante la elaboración, como los
dorados de unas patatas fritas.
Para gustos se pintan
colores: Sin duda, se merece un apartado especial la adición
intencionada de ingredientes para modificar el color de la comida, como sucede
con el azafrán, el colorante natural más utilizado y conocido a nivel popular
junto con el pimentón, el aceite de zanahoria, la cúrcuma y el zumo de
remolacha. En la industria alimentaria también se usan colorantes extraídos de
productos naturales u obtenidos sintéticamente.
Los colorantes sintéticos se reconocen en las etiquetas
porque sus códigos están comprendidos entre el E100 y el E180. Para ser
aprobados debe garantizarse su inocuidad, estabilidad a la luz, al calor, a la
variación de acidez y a la oxidación, que sean prácticamente inodoros,
insípidos, estables y que tengan un gran poder de tinción para que se use la
menor cantidad posible.
¿Qué efecto causan en el cerebro los logotipos de comida
rápida?: Los logotipos de los restaurantes de comida rápida -como
McDonalds o KFC- se graban con más intensidad en áreas del cerebro infantil
vinculadas a la motivación que otras marcas, según un estudio realizado con
ayuda de imágenes obtenidas mediante resonancia magnética que acaba de publicar
la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience. “Los logotipos
relacionados con la comida rápida aumentan la actividad en la corteza cingulada
posterior mucho más que cualquier otra marca”, concluyen los autores, dirigidos
por Amanda Bruce, de la Universidad de Missouri-Kansas (EE UU). Esta región del
cerebro está asociada con el placer, la motivación y con el autocontrol, además
de participar en el procesamiento visual-espacial.
A esto se suma que en el experimento los científicos
observaron al ver las marcas de alimentos las caras de los críos se iluminaron
y su tono de voz cambió. Los hallazgos revelan que los niños son más
vulnerables a ciertas acciones de marketing, sobre todo en marcas de comidas y
bebidas que se vinculan al bienestar y la felicidad, y que esta activación
cerebral desde edades tempranas les impide hacer elecciones saludables respecto
a la alimentación cuando los chavales alcanzan la adolescencia, e incluso como
adultos.
¿Es malo comer delante de una pantalla?: Comer
delante de la pantalla de un videojuego o trabajando con el ordenador puede
aumentar nuestro apetito a lo largo del día, según un reciente estudio de la
Unidad de Nutrición y Comportamiento de la Escuela de Psicología Experimental
de la Universidad de Bristol (Reino Unido).
En el experimento, a la mitad de los participantes se les
pidió que jugaran al “Solitario” -un juego de cartas por ordenador-, mientras
sus compañeros comían lo mismo pero sin distracciones. Los participantes del
primer grupo aseguraron sentirse menos llenos tras el almuerzo, y treinta
minutos más tarde tomaron el doble de snacks que sus compañeros. Además, cuando
al final de la sesión se les pidió que recordaran qué habían tomado les fallaba
la memoria. Los investigadores concluyen que las distracciones mientras comemos
pueden provocar un aumento de la cantidad de comida que ingerimos a lo largo
del día, algo que ya se había observado en personas que comen mientras ven la
televisión. “La memoria y la atención juegan un papel clave en la regulación
del apetito y de la cantidad de comida que consumimos”, concluye Jeff
Brunstrom, coautor del trabajo publicado en la revista American Journal of
Clinical Nutrition.
¿Qué alimentos favorecen la aparición de migraña?:
Un mayor consumo en primavera y verano de leche fresca por las mañanas, de
frutas como la fresa o la naranja en el postre, de atún en conserva y tomate en
las ensaladas, de marisco, o de carne no fresca (conservada durante más de 48
horas en el frigorífico), facilitan la ingesta de cantidades altas de
histamina, una molécula que aumenta el riesgo de padecer ataques de migraña,
según afirman especialistas del laboratorio DR Healthcare. Algo similar sucede
con productos vegetales fermentados, el marisco, el pescado azul, algunos
cárnicos crudos curado, como el salchichón o la sobrasada, la leche de vaca,
mantequillas, los quesos madurados, como el manchego, el gruyère y el roquefort
y la clara de huevo.
Algunos de estos alimentos liberan histamina, mientras que
otros provocan la liberación endógena de esta sustancia, con similares efectos.
La histamina está presente en todos los alimentos de la
dieta cotidiana y el cuerpo la metaboliza a través de la enzima diaminooxidasa
(DAO). Según un estudio realizado por la catedrática en Nutrición y
Bromatología de la Universidad de Barcelona Carmen Vidal, el 95 por ciento de
los migrañosos estudiados han demostrado tener un déficit de dicha enzima, lo
que provoca una acumulación de histamina en el cuerpo que contribuye a
desencadenar más ataques de migraña.
¿Qué es la ortorexia?: Si comer sano te obsesiona
podrías sufrir ortorexia. Así se denomina el trastorno obsesivo que lleva al
extremo la alimentación sana y que consiste en un control exhaustivo y cada vez
más estricto de los componentes de los alimentos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la
ortorexia afecta, hoy en día, al 28 por ciento de la población de los países
occidentales, principalmente a adolescentes y a mujeres. Y según ha explicado
el nutricionista y naturópata del Instituto Médico de la Obesidad (IMEO), Rubén
Bravo, en declaraciones a Europa Press, su prevalencia "podría ir en
aumento" en los próximos años, ya que la sociedad actual "tiende a
los extremos" y las personas o se cuidan en exceso o no se cuidan
nada "y tienden a la
autodestrucción con la comida como ocurre con la obesidad".
La ortorexia puede comenzar por limitar mucho la
alimentación, evitando la ingesta de carne roja, huevos, azúcares, lácteos y
grasas, y agravarse hasta conducir al "aislamiento social", ya que el
individuo se agobia si por ejemplo tiene que asistir a una comida entre amigos
o una comida empresarial. "Estas personas se creen superiores a aquellas
que no siguen esta forma de vida", aclara Bravo, y suelen presentar
"una falsa autoestima" basada en esta idea de superioridad y en el
pleno convencimiento de que su vida es "mejor" que la del resto.
Quienes sufren ortorexia son personas que están "más
preocupadas por la calidad de los alimentos que por el placer de comer".
Por ello, dedican gran parte de su tiempo (3 o más horas al día) a organizar la
dieta y la planifican con mucha antelación, se desplazan grandes distancias
para conseguir alimentos especiales o puramente ecológicos, los pesan, analizan
sus componentes y abandonan sus actividades diarias para poder llevar a cabo su
patológico modo de vida. En el ámbito psicológico, Bravo explica que suelen
presentar "niveles altos de dopamina y niveles bajos de serotonina, lo que
hace que tengan un exceso de euforia combinado con niveles de ansiedad
altos". Y a nivel fisiológico puede suceder tanto que presenten un exceso
como que sufran un déficit de vitaminas.
¿Por qué entra sueño después de comer?: Las
“caídas del sistema” que sufrimos tras una opípara pitanza pueden ser responsabilidad
directa de la glucosa, que hace descender en el hipotálamo los niveles de
oxerina, una clase de proteínas cuya misión es mantenernos alerta. El pasado
mes de junio, Denis Burdakov y su equipo de investigadores de la Universidad de
Manchester, en Inglaterra, demostraron que incluso una subida casi
imperceptible de glucosa disminuye sensiblemente la actividad neuronal. Por
eso, si quiere seguir despierto deberá evitar las comidas ricas en
carbohidratos o grasa; en cambio, mantendrá los ojos bien abiertos tras un
banquete de proteínas. Hay, no obstante, voces discrepantes. Según Eduard
Estivill, director de la Unidad de Alteraciones del Sueño del Instituto Dexeus
de Barcelona, esta sensación de sueño simplemente responde a la necesidad de
descansar tras ocho horas de vigilia.
¿Qué comen en su última cena los condenados a pena de muerte?:
Hace unos años, el Departamento de Justicia Criminal de Texas (EE UU) realizó
un pormenorizado (y en cierto modo macabro) estudio que mostraba que quienes se
encuentran en el corredor de la muerte suelen demandar para su última comida
hamburguesas dobles con queso, patatas fritas, ensaladas, huevos fritos,
enchiladas y jalapeños picantes, además de helados. Las pizzas y el pollo frito
también suelen aparecer entre las peticiones. Es decir, principalmente comida
rápida, y nada de delicatessen.
Hay otros que se conforman con una lata de pepinillos
(Stacey Lawton), un zumo de naranja (John Thompson) o un yogur (James Smith). Y
en el polo opuesto se sitúa Gary Carl Simmons Jr., un prisionero de Missisipi
condenado a muerte recientemente por desmembrar a un joven de 21 años y violar
a su novia, que pidió para su última cena tal cantidad de comida que su
contenido calórico era de 29.000 kilocalorías, aproximadamente lo que come una
persona normal a lo largo de dos semanas.
Siete cosas que debes saber sobre el desayuno:
Decía Francis Bacon que "La esperanza es un buen desayuno pero una mala
cena". Pero además de la esperanza, hay otros alimentos que nos sientan
especialmente bien si se incluyen en la primera comida del día. Te contamos
siete hallazgos científicos que debes tener en cuenta a la hora de desayunar.
No te lo saltes. De acuerdo con un estudio publicado por la
Universidad de Tasmanai (Australia) en la revista American Journal of Clinical
Nutrition, tanto los niños como los adultos que se saltan la primera comida del
día tienden a comer peor y hacer una vida más sedentaria. Además suelen tener
niveles de colesterol e insulina más elevados (y por lo tanto más tendencia a
sufrir diabetes y cardiopatías) que quienes desayunan.
Menos sobrepeso. Un estudio del Instituto Nacional de
Corazón, los Pulmones y la Sangre (EE UU) reveló que las jóvenes que desayunan
cereales tienen un índice cintura-altura más bajo, que es el mejor indicador de
ausencia de sobrepeso y bajo riesgo cardiovascular. Además, un estudio de la
Universidad de Scraton reveló que los cereales de trigo o maíz contienen más
antioxidantes que cualquier otro desayuno.
En reunión. Según una encuesta de OnePoll, las reuniones
durante el desayuno son más productivas que las reuniones por la tarde. El 67%
de los sujetos están más predispuestos a estar atentos durante el desayuno.
El ejercicio, primero. Un reciente estudio de la Universidad
de Birmingham publicado en Medicine & Science in Sports & Exercise
demostraba que se quema más proporción de grasa cuando nos ejercitamos antes de
desayunar. Sin embargo, si desayunamos primero y nos movemos después, los
carbohidratos ingeridos (cereales, pan, etc.) interrumpen el metabolismo de la
grasa durante al menos 6 horas.
Menos plomo. Un estudio del Environmental Health Journal
revelaba que los niños que desayunan a diario tienen menores niveles de plomo
en la sangre (un 15% menos) que los que se saltan esta comida.
Si estás a dieta. Los adultos que tratan de perder peso
tienen más éxito si toman un desayuno saludable que si lo evitan y consumen
algo a media mañana. Por otro lado, un estudio del Centro de Investigación
Biomédica Pennington ha revelado que tomar huevos en el desayuno ayuda a perder
entre un 60 y un 65% más peso en sujetos que se someten a una dieta de pérdida
de peso que cualquier otro desayuno.
Sin desayunar fumas más. De acuerdo con un estudio aparecido
en el European Journal of Clinical Investigation que la ausencia del desayuno
está asociada, además de con sobrepeso, con una mayor tendencia a fumartabaco,
consumir marihuana y beber alcohol.
¿Por qué los conejos se comen sus excrementos?:
Aunque parezca una sucia costumbre, la ingesta de los propios excrementos es
vital para los conejos, así como para otros animales.
Ahora bien, los conejos nunca comen las heces que expulsa
durante el día, que son duras y tienen forma de canica, sino únicamente las que
defeca durante la noche. Estas cacas presentan una consistencia más blanda,
aparecen agrupadas y cubiertas por un líquido mucoso. A través de su ingesta,
el conejo recupera algunas sustancias nutritivas, como la vitamina B y ciertos
minerales. Así pues, este comportamiento gastronómico aleja el fantasma de
padecer carencias alimentarias y sufrir serios trastornos neurológicos. Por
último, hay que añadir que algunos animales, como los perros, no son tan
sibaritas, pues consumen cacas incluso de otras especies.